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Pero se cansaron pronto. En los siguientes los dejaron solos, viniendo la madre de vez en cuando a echar una ojeada al retrato y a decir dos palabritas de cortesía. En aquellos quince días que la pintura del retrato duró, la intimidad entre el Duque y la hermosa joven creció extremadamente. El magnate había condescendido hasta contarle mucha parte de su historia privada.

¡Ah, mocita falsa! ¡Alma dura! ¡Corazón de canto! ¿Crees que a un hombre se le deja cuando a una le parece, después de haberle entretenido años enteros junto a la reja, enloqueciéndolo con palabritas de miel, afirmando que se le quiere más que a la vida?

Sebastiana quiso quedarse en la estancia, al lado de Celinda, sin creer necesario para ello el permiso del patrón. El mismo don Carlos había rogado á Watson que se quedase también hasta el día siguiente, en que volvería él. Tengo que hacer una cosita urgente en la Presa. Deseo decir unas palabritas á cierta persona.

Su esposa, viéndose en salvo, no volvió a pensar en estos enojosos asuntos. Tan sólo cuando iba a casa de su padre y veía el rostro pálido y demudado de D.ª Carmen, sentía su corazón agitado por una extraña emoción que ella misma huía de definir, apresurándose a ahogarla con el ruido de los besos y las palabritas cariñosas. El amor de Raimundo le hizo gozar extremadamente.

Ya ve usted qué poco respeto. ¡El viejo! ¡Qué irreverencia! Yo le dije que no. El me dijo que quería entrar á hablar conmigo... Pero vamos ... ya soy muy maliciosa, y yo me malicio.... ¿Qué? A no me engañan así con palabritas. Como es una tan guapetona.... No tengas cuidado dijo Clara riendo. Es que está enamorado de ti y quiere casarse contigo. Si lo sabe el tabernero.... ¿Mi Pascual?

Pero esta vez, las palabritas dulces, no le hacían ningún efecto; sin concluirla la guardó, y quedóse cavilando sobre la relación de Jacinto, desalentado ante la gravedad de la lucha; él iba a la conquista de la felicidad y de la fortuna, al asalto, al escalamiento, como tanto guerrero intrépido de la época. ¿Por qué no había de hacerse rico, por un golpe audaz de la suerte?

En esto llega el señor empleado del Índice, silencioso siempre como un pez, y en lugar del libro le entrega de nuevo la papeleta. El sabio en estado de crisálida no sabe lo que aquello significa y da vueltas entre sus dedos al papel hasta que percibe dos palabritas de distinta letra debajo de su petición: no consta.

¿A qué entras aquí, a ver? gritó la cigarrera . ¿Qué se te ofrece? Se me ofrecía... dos palabritas. ¿Palabritas? Tengo que hacer más que oír tus tontadas.

Este avanzó con cautela, paso tras paso; nada de pellizcos, ni de palabrotas necias, ni de estrujones contra los bastidores: una actitud sosegada, dulce, casi melancólica, adecuada para no espantar la caza, algunas palabritas melosas y furtivas, varios conceptillos aduladores envueltos en suspiros, y cuando todo estaba convenientemente preparado ¡zas! el salto que todos conocen: «María, yo me muero por V... perdóneme V. el atrevimiento... yo no puedo tener escondido por más tiempo lo que siento, etc., etc

Tocándole suavemente un brazo, le dijo: «Tengo que hablar con usted». «¡Conmigo!...». , con usted y al decir esto le volvió a tocar. La impresión de este contacto corríale por el brazo arriba hasta llegar al corazón. «Dos palabritas añadió la santa; y luego se corrigió así : Algunas más serán».