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Todos sabemos la importancia del régimen en las enfermedades crónicas. Pero recomendamos á los que sean muy severos, que atenuen sus exigencias, pues hay mas que temer de las innovaciones muy bruscas en las bebidas y alimentos habituales.

Su gran torso de atleta, se movía convulsivamente sobre el lecho, incorporándose unas veces, otras dejándose caer, mientras las manos temblorosas y crispadas se ocupaban instintivamente en tirar de la ropa, que a impulso de sus bruscas sacudidas se le marchaba.

Le contesté más lacónicamente aún, le estreché tiernamente la mano y nos separarnos. Me sucedió con estas confidencias de Oliverio igual que con todas las lecciones demasiado bruscas o fuertes por exceso; aquella iniciación embriagadora me llenó de confusiones y hube menester de largas y penosas meditaciones para seleccionar las verdades útiles o inútiles que contenían declaraciones tan graves.

Tan rica vegetación, tanta lujosa verdura, tan abrigada soledad y las austeras líneas de la Santa Casa que destacaba su mole, de un color gris de hoja seca, sobre la obscuridad del ramaje, contrastaban dulcemente con el áspero y desordenado panorama que se veía en torno, con los esquivos montes, con las bruscas quebradas, con los rudos matorrales, con la misma pedregosa tierra que cruzábamos.

No menos excitado y estupefacto ante estos hechos se hallaba Raúl de Mengis, quien se dedicó en los primeros momentos de su caída a estudiar las causas de las bruscas variaciones que acusan los barómetros femeninos, dándose luego a observar lo que pasaba a su alrededor con la penetración y perspicacia de un diplomático, hasta que un día el conde, a últimos de mayo habiéndole visto ganar en favor tanto que le creyó en el apogeo de la dicha, preguntole cómo le iba con Antoñita, a lo que Raúl respondió sin rodeos: De tal modo me va, querido tío, que a mi juicio, si me ha obligado usted a hacer un viaje de ochocientas leguas para casarme en la calle de Angulema, creo que ha sido inútilmente; debo manifestarle con toda franqueza que renuncio generosamente a la mano de una Isabel que todas las mañanas tiene rondando al pie de sus balcones un Leandro como Felipe y un Lindoro como Amaury.

Por los regueros que traza el vaho al licuarse se ven montañas altísimas y blancas, bosques de hayas encaperuzadas de algodón, caseríos que tienen gruesos planos nos de nieve sobre las vertientes de sus tejados. Estamos atravesando la Saboya francesa; subimos, con bruscas alternativas de lobreguez de túnel y picante luz de nieve, las laderas de los Alpes. Nos aproximamos á Italia.

Tenía mucha prisa en salir de aquel salón en que me ahogaba; pero no pude retirarme ante la actitud provocativa que afectaba el señor de Bevallan. A fe mía murmuró, que es cosa bastante particular. Fingí no oirlo. La señorita Margarita le dijo dos palabras bruscas en voz baja.

La justificación del objeto amado es el mejor bálsamo que el afecto pueda encontrar para sus propias heridas: «¡Un hombre tiene que tener tantas cosas en la cabezaHe aquí la creencia que le permite a una mujer conservar a menudo una fisonomía alegre, a pesar de las respuestas bruscas y de las palabras crueles de su marido.

La tributó, uno tras otro, los homenajes y acatamientos que saben rendir los amantes finos, las caricias apasionadas, el testimonio de un amor respetuoso en la apariencia, en realidad libre y desvergonzado. La pobre Rosa, que había rechazado con denuedo las acometidas bruscas y groseras, no tuvo fuerzas para resistir este género de ataque tan diferente, tan nuevo para ella.

La descripción de dicho camino es imposible, entre otras cosas, porque en muchos sitios no lo hay, y en otros las torrenciales aguas lo modifican á su antojo entre aquellas accidentadas y bruscas estribaciones.