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Nada mas admirable que su aspecto: están casi todos rodeados de azules y transparentes montañas coronadas de blanquísima nieve: la suavísima tranquilidad de sus azules ondas, que surcan lindísimos vapores, el cielo límpido azul que le sirve de cúpula, cerrado por las altísimas montañas que le sirven de marco, como el de Interlaken, hacen del lago un deliciosísimo recreo que la imaginacion no alcanza, que solo su vista ofrece.

Por ella se puede llegar a cumbres altísimas; por ella se abren los caminos que hallan cerrados el trabajo y el talento. Debemos al misticismo esa forma administrativa de la paciencia que se llama el expediente; debemos al favoritismo esa forma gubernamental del soborno que se nombra la recomendación.

Penetré en el arco, y escritos sobre las anchurosas paredes y sobre las altísimas bóvedas, divisé los nombres de noventa y tantas victorias, además de las representadas en los bajo-relieves del frontis, de trescientos ochenta y cuatro generales, y de varios cuerpos de division que tomaron parte en las guerras de la Revolucion y del primer Imperio.

La fachada principal de la casa no miraba al valle, sino á las altísimas montañas que lo cerraban. Entre la casa y la falda de éstas no mediaban de tierra llana más de doscientos pasos, y era el sitio que ocupaban la huerta y la pomarada.

Cuando la pintura exacta de ciertas cosas me ha sido imposible por altísimas consideraciones que tocan a la delicadeza, he preferido omitir los hechos antes que arreglarlos a las exigencias de mi situación.

Como ese rio es la vida de Lóndres y aún del comercio del mundo, sus ondas no están aprisionadas sino por las dos altísimas hileras de edificios, de manera que no hay muelles de mampostería para la carga y descarga de las mercancías.

Por los regueros que traza el vaho al licuarse se ven montañas altísimas y blancas, bosques de hayas encaperuzadas de algodón, caseríos que tienen gruesos planos nos de nieve sobre las vertientes de sus tejados. Estamos atravesando la Saboya francesa; subimos, con bruscas alternativas de lobreguez de túnel y picante luz de nieve, las laderas de los Alpes. Nos aproximamos á Italia.

Iban á trabajar en el interior de los buques, cargando ó descargando el material que debía servir para el exterminio de sus compatriotas y sus amigos. En las dársenas, los vapores se mostraban extraordinariamente agrandados. A su llegada sólo alzaban sobre el muelle unos cuantos metros de borda; pero ahora que su cargamento estaba apilado en tierra, parecían altísimas fortalezas.

Pero á Lázaro antojábasele un sombrío edificio, gigantesco sepulcro de vivos, de altísimas y negras paredes, de gruesos é inaccesibles torreones, con un gran foso lleno de aguas cenagosas y verdes, con largas filas de mazmorras, de las cuales la más lóbrega y subterránea era la suya.

En esta capilla está el altar del Rosario, erigido inmediatamente despues de la célebre batalla naval de Lepanto; está rodeado de cuadros y estatuas maravillosas, las paredes que rodean el altar están elegantemente vestidas de bajos relieves admirables, con estatuas de Torreti, maestro que fué de Canova: las tres naves del templo son altísimas.