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Y cerraste la elipse de tu gloria, con un estruendo de imperial proeza; en las perennes páginas altísimas del libro de Cervantes Saavedra.

He dicho que estaba anocheciendo. De las altísimas ojivas caían largos crespones de sombra. Sólo por la parte del trascoro, que mira á Poniente, los calados rosetones dejaban penetrar alguna claridad melancólica..... ¡No qué religiosa tristeza inundó mi corazón! Allá, á lo lejos, distinguí la moribunda luz de una lámpara que ardía detrás del altar mayor.

aquí el frente: la calle Real, recta, ancha, elegante, casas altísimas y bellas, palacios, carruajes, árboles: al concluir la calle, y todo en línea recta, las esplendentes fuentes de la plaza de la Concordia, el obelisco traido de Egipto, el puente del mismo nombre de la plaza, y cerrando el cuadro, el Palacio de los Diputados, por detras del cual asoma su alta cabeza la cúpula del cuartel de Inválidos.

Era casi circular y alcanzaría dos kilómetros de diámetro. Nada más fértil y frondoso que aquel pedacito de tierra llana circundado de altísimas montañas. Todo él estaba dedicado á pradería y semejaba una alfombra donde los setos guarnecidos de avellanos trazaban los dibujos. El río corría por el medio más sereno y tranquilo que en la cañada.

Eran calles en pendiente, formando rellanos, flanqueadas de casas estrechas y altísimas. Todos los huecos tenían balcones, y de una baranda á la de enfrente se tendían cuerdas, empavesadas con ropas de diversos colores puestas á secar. La fecundidad napolitana hacía hervir de gentío estas callejuelas.

Poco más adelante, enfrente, se ven doce altísimas rocas, alegres á la vista, excediendo naturaleza á la hermosura del arte. Aquí empezaron los Guaycurús á encender fuegos y hacer humaredas, que son los correos volantes para avisar á los pueblos circunvecinos de que andan por allí enemigos.

Gillespie vió jabalíes de erizado pelaje y ciervos de complicadas y altísimas astamentas, que parecían datar de los tiempos en que cazaban los emperadores. Estas bestias de terrorífico aspecto hacían temblar de emoción al profesor Flimnap, á pesar de que las contemplaba desde una altura prodigiosa.

Tiene 400 leguas de largo y 138 de ancho, y 38.000 leguas cuadradas de superficie. Hay en sus costas extensas bahías, donde podrían guarecerse flotas enteras, algunas de las cuales son muy frecuentadas por los holandeses, los malayos y los chinos. El interior de la Isla es poco conocido; pero se sabe que hay en ella grandes cordilleras, altísimas algunas. Sobre los ríos hay pocas noticias.

Las paredes altísimas, simplemente enjalbegadas de cal, desaparecían en unas piezas bajo filas de cuadros antiguos, y en otras detrás de ricas colgaduras de colores vivos que el tiempo no lograba apagar.

Palacios, monumentos, estatuas, teatros, arcos de piedra colosales, lienzos de altísimas casas de bella forma, pasajes de asiática elegancia, hoteles y cafés en fabuloso número, todo lo que puede soñarse reside allí. Su movimiento no tiene imágen ni término: á todas horas está cubierto de gente y carruajes desde el principio hasta el fin.