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Usted es demasiado bueno para vivir entre esta gente... y le sacrifican como un cordero... ¡Si fuera yo!... ¿Cree usted que no me apena verle a usted humillado, verle pisoteado por esos peleles que no sirven para limpiarle los zapatos?... ¿No es triste que otro recoja el premio de sus afanes?... A usted no le importará nada, padre, pero yo no podré, sin que me arda toda la sangre del cuerpo, verle a usted de excusador, de simple ayudante de ese... de ese farfantón.

¿Y esa es la triste historia de tu vida? ¿A qué decirme, Linilla mía, repuse todo esto que me apena y aflige? ¿A qué poner en duda mi cariño, que en duda le has puesto cuando me desgarrabas el corazón, diciendo que no eras digna de ? ¿Indigna de mi amor, Linilla mía? ¿Por qué? ¿Porque has sido desgraciada, porque eres huérfana? Al contrario, niña mía: ¿qué mayores motivos para ser amada?

Así te quiero, así te soñé, así debes ser siempre con tu Linilla. «Tengo aquí en el corazón una cosa que me apena, y quiero decírtela; pero me falta tiempo para escribir.

Algo ha pasado que te apena.... padeces.... ¡Habla, Rorró, habla por Dios! ¿Con quién has de quejarte si no es con nosotras? ¡Nada, tía, nada!... He dormido toda la tarde, y la modorra me tiene así. ¡Vamos a la mesa! Salté de la cama, ofrecí mi brazo a la anciana, y paso a paso nos dirigimos al comedor.

Nada es eterno; los tiempos varían... el mejor día.... , hijo mío, variarán los tiempos, quién lo duda, pero ¡no para ! No me queda más que prepararme para morir cristianamente. Pobrezas, miserias, hambres, contumelias, todo lo sufro con paciencia. Lo que me apena y me amarga, lo que me contrista y conturba es la ingratitud. No hay que abatirse, señor maestro.

¿Qué es lo que os apena tanto? le preguntó . Parece que tuvierais ganas de llorar. Catalina estaba muy triste, en efecto. Para salvar a su amiga amenazada, había tenido que recurrir a una mentira peligrosa. ¿Qué iba a suceder ahora; si el intendente, alentado por la falsa revelación, se ponía a asediar a Marta con su afecto más vivamente que nunca?

Allí hablan de un alemán, cuyo nombre no recuerdo porque es muy largo y muy revesado, del cual dicen que tiene ideas así como las tuyas. Y yo me dije: ¡vaya! sin duda que Rorró ha leído los libros de ese señor, y en ellos aprendió esas tristezas con las cuales me apena y me congoja. Pregunté a papá si esas obras están prohibidas, y me dijo que .

Es un santo, y pues lo es, haga un milagro: devuélvale a mi hija la vida y la salud...» Pero ¿qué hace, padre mío? El cura se había levantado, con la tristeza retratada en el semblante. ¡Ay! exclamó. Me apena muy de veras su dolor; le compadezco y siento en el alma no poseer la virtud que me atribuye, pues no me es dable otra cosa que elevar mis preces a Aquel que dispone de los destinos humanos.

Todo lo admiro, pero... no me llena y, al recordar que estás tan apartada, triste nostalgia el corazón me apena y fuera de tu amor no quiero nada. No por qué mis lágrimas contengo cercándome tan negra desventura; dentro del pecho fluctuando tengo el corazón en olas de amargura.

Ya sabes cuánto te quiero, y cuánto te estimo, y los buenos ratos que pasamos aquí, charlando de mis cosas y de las tuyas; de mis tristezas mortales y de tus alegres esperanzas; de tus penas de niño y de mis desengaños de viejo.... , me apena que te vayas.