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Cuando los misioneros predicaron su religión, condenaron las antiguas supersticiones paganas, pero enseñaron otra nueva superstición más poderosa que la primitiva, no solamente por el prestigio de los nuevos patronos miembros todos de una Corte Celestial organizada como una aristocracia terrenal y encabezada por el mismo Dios Creador del Mundo, sino por usar para comunicarse con su Dios de la misma lengua que el pueblo supone hablada por él, la lengua latina, en la cual los sacerdotes elevan sus preces y entonaban sus cantos.

Le cubrieron el rostro, lo transportaron a la habitación de Miguel, en cuyo lecho lo pusieron y Antonieta suspendió sus preces para bañar la ensangrentada frente del Rey y vendar sus heridas, en tanto llegaba un médico. Y Sarto, convencido más que nunca de mi reciente presencia allí y habiendo oído el relato de Antonieta, envió a Tarlein en mi busca, por foso y bosque.

Entendía este Manacica alguna cosa del idioma de los Chiquitos, era de buen entendimiento, cuanto cabe en un bárbaro; observaba con atención las ceremonias sagradas, la forma de bautizar, el ponerse de rodillas delante de la santa cruz, el levantar las manos al cielo, las preces sagradas que muchas veces al día entonaba el santo varón en voz alta; y pareciéndole todo conforme á su genio y á la razón, procuraba hacer lo mismo.

Eligió cada cual su tronco, en la seguridad de que lo mismo podía servirle de amparo que de verdugo; y allí se estuvieron, encomendándose a Dios y respondiendo a las preces que en voz resonante le dirigía don Sabas, pidiéndole por la vida de todos, aunque fuera al precio de la suya propia.

Mi carga es más ligera que la tuya, porque yo también llevaré siempre tu anillo, y tu corazón estará eternamente junto al mío; pero jamás habrá en mis labios otro beso que el tuyo. ¡Dios te fuerza y consuelo, alma mía! Llegó a nuestros oídos un canto solemne. Eran las preces que elevaban los sacerdotes en la capilla por las almas de los muertos.

Esta costumbre extraña, legada por la inquisición, consiste en cantar al condenado las preces de los agonizantes durante el tiempo que pasa en capilla. En impedirle que duerma, ni de día ni de noche, a fin de que mortifique su cuerpo y su alma y de que pueda meditar a su placer sobre el largo viaje que pronto ha de emprender.

Te he calumniado dijo en el corazón del hombre por quien has muerto; pero ya estás donde la verdad resplandece, pobre niña; verás que de los que aquí quedan, sólo queda en uno la amarga memoria tuya; yo haré que en los templos de Nápoles se eleven preces por tu alma y por tu descanso; yo rogaré á Dios por ti lo que me quede de vida; y puesto que una prenda tuya me legas, este rizo y mi recuerdo serán lo único que de ti quede algún tiempo sobre la tierra.

El señor Saumaize, un cura anciano de cabeza blanca, leyó las antiguas preces de difuntos con esa voz rápida y misteriosa que nos penetra hasta el fondo del alma y por las que parece convocar a las generaciones pasadas para que den cuenta a las presentes de los horrores de ultratumba.

Pero era el viento en las rendijas. Felicita volvió a acostarse en el sofá. ¿Qué ruido es ése? murmuró Felicita, cayendo de rodillas, desvariada . Se oye murmurio de preces. Se oye chisporrotear de cirios. Rezan la recomendación de un alma. Anselmo ha muerto. Anselmo ha muerto. Pero era el ruido de la lluvia en los cristales. Al entrar Telva, Felicita oraba, de rodillas.

Llegada la noche, escapábase de alguna ventana rumor de preces dichas en común, y antes de las diez quedaba todo cerrado, sin que hasta el día siguiente volvieran a cruzar sombras tras las vidrieras, ni se escuchase ningún ruido. Para ser tenida por convento, era la casa demasiado mundana; para morada de seglares, parecía monasterio.