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Sin base ya la nieve del talud y removida por lo alto, empezó a escurrirse hasta el istmo, donde se partía en dos cascadas que desaparecían en el barranco.

Se unían, formando un crepitamiento continuo. Apareció el senador, que se había alejado para que el padre y el hijo hablasen con más libertad. Nos echan de aquí, amigo mío. No tenemos suerte en nuestras visitas. Ya no pasaban soldados. Todos habían acudido á ocupar sus puestos, como en un buque que se prepara al combate. Julio tomó su fusil, que había dejado contra el talud.

Para abarcar el conjunto de tal escena hay que imaginarse la refriega que tenía lugar en la meseta de las Mineras; los aullidos, los relinchos de los caballos, los gritos de ira, la huída de unos, arrojando las armas para correr más de prisa, el encarnizamiento de otros; más allá del barranco, las escalas, cubiertas de uniformes blancos y erizadas de bayonetas; los montañeses, situados en la rampa, defendiéndose desesperadamente; las vertientes de la ladera, el camino y, sobre todo, la parte baja de los parapetos, cubiertos de muertos y heridos; el tropel de enemigos, con el fusil al hombro, los oficiales en medio de ellos, apresurándose por seguir el movimiento; por último, Materne, de pie en la cima del talud, con la carabina en alto, cogida por el cañón, la boca abierta hasta las orejas, llamando a voz en grito a su hijo Frantz, que llegaba con el pelotón, precedido del señor Juan Claudio, para ayudar a la defensa.

Despejado y limpio el talud en breves momentos y desembarazado, por consiguiente, de los peligros que se temían antes, echóse abajo la cuerda que pidió Chorcos; ató como debía y él sabía hacerlo, a su amigo por los sobacos, y tirando con tiento los de arriba y ayudando él con cariño desde abajo, quedó Chisco, que no podía hacer nada por , arrimado al talud.

Hallábase el bueno de Pito esparrancado en el borde mismo de la quebrada y mirando ansiosamente hacia abajo. Allí, en el estrecho lomo de la única peña que avanzaba sobre el abismo y se arraigaba en la orilla, a cosa de treinta pies más abajo de donde afirmaban los suyos para mirar Pito y los que habían acudido a su llamada, se veía un cuerpo humano medio cubierto por la nieve. Indudablemente era el de Chisco, por las señales de su vestido y de su tamaño; pero ¿quedaría algo de vida en aquel ser que parecía inanimado? Pito sostenía que , porque se atrevía a jurar que había pescado cierta «movición» de brazo en él. De todas maneras, había que sacarle de allí. ¿Cómo? ¿Por dónde? Y aquí las ansias y la desesperación, porque el socorro era dificultoso y el tiempo apremiaba inexorable. El corte de la montaña por aquel lado era casi vertical, a pico sobre el barranco, y sólo había un ligero tramo, de talud muy enlomado, precisamente a plomo de la peña con la cual se unía por su base. Entre la peña y la base del talud había un espacio de algunas varas. En aquel espacio, muy arrimado a la peña y con bien marcada inclinación hacia el abismo, estaba lo que se parecía a Chisco boca abajo e inmóvil; parecer que confirmaba Canelo desde arriba latiendo desaforadamente y buscando una senda por donde lanzarse en ayuda de su dueño. Por razones de suma prudencia, mandó Neluco que se sujetara al perro en el acto y se le tuviera lejos del sitio en que se hallaban don Sabas, Pito Salces y él, discurriendo sobre el problema de la bajada.

Por el agrio talud de la ribera ascendían lentos carros cargados de arena y casquijo, y cruzaban después el puente, bañado en sudor el tiro, muy despacio, sonando a largos intervalos las campanillas.

Peor todavía dijo Bryce . Imaginaos que yo me había comprometido a comprarle el caballo por ciento veinte libras esterlinas, un precio loco, pero siempre me había gustado ese caballo. ¡Y no va y lo ensarta! ¡Precipitarse por encima de una cerca en que había postes de hierro, en la cima de su talud que tenía un foso delante! Hacía mucho tiempo que el caballo estaba muerto cuando se lo descubrió.

Atravesando el prado comunal de Aldeacorba, siguieron el gran talud de las minas por Poniente con intención de bajar a las excavaciones.

En tal punto y momento, el viajero pudo distinguir una figura, un hombre, que inmóvil y sin expresión, cual muñeco de piedra, estaba en pie a distancia como de diez varas más abajo de él, en una vereda trasversal que aparecía irregularmente trazada por todo lo largo del talud.

Ha comprendido la intención de su hermano; va a alzar el puente levadizo para encerrarlos en la isla... ¡Y justamente detrás de Gertrudis pende la cadena que hay que tirar para levantar el puente! Su primer pensamiento es: «Defiende a la mujerSe arranca de los brazos de Gertrudis y transpone de un salto el talud de la orilla, para ofrecerse como víctima al furor de su hermano.