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Yo la quiero también; pero no en Aldeacorba dijo la de la Canela con exaltación y desvarío . Ha venido a quitarme lo que es mío... porque era mío, , señor.... Florentina es como la Virgen María... yo le rezaría, , señor, le rezaría; pero no quiero que me quite lo que es mío... y me lo quitará, ya me lo ha quitado.... ¿A dónde voy yo ahora, qué soy, ni de qué valgo?

Sin vista tiene él más talento que todos los que ven. Me gusta tu amo. ¿Es de este país? , señor, es hijo único de D. Francisco Penáguilas, un caballero muy bueno y muy rico que vive en las casas de Aldeacorba. Dime ¿y a ti por qué te llaman la Nela? ¿Qué quiere decir eso? La muchacha alzó los hombros. Después de una pausa, repuso: Mi madre se llamaba la señá María Canela; pero le decían Nela.

Para él añadió el patriarca de Aldeacorba con profunda tristeza no existe el goce del trabajo, que es el primero de todos los goces. No conociendo las bellezas de la Naturaleza, ¿qué significan para él la amenidad del campo ni las delicias de la agricultura?

En vez de seguir la cañada de las minas para subir por la escalera de palo, se apartó de la hondonada por el regato que hay junto al plano inclinado, con objeto de subir a las praderas y marchar después derecha y por camino llano a Aldeacorba. Este camino era más bonito y por eso lo prefería casi siempre.

Añadíanse interesantes comentarios: que en Aldeacorba se creyó por un momento que don Francisco Penáguilas había perdido la razón; que D. Manuel Penáguilas pensaba celebrar el regocijado suceso dando un banquete a todos cuantos trabajaban en las minas, y finalmente, que D. Teodoro era digno de que todos los ciegos habidos y por haber le pusieran en las niñas de sus ojos.

La Nela estuvo vagando sola todo el día, y por la noche rondó la casa de Aldeacorba, acercándose a ella todo lo que le era posible sin peligro de ser descubierta. Cuando sentía rumor de pasos alejábase prontamente como un ladrón.

¡Ay! exclamó clavándose los dedos como garras en el pecho . No puedo, no puedo.... Por nada del mundo me presentaré en Aldeacorba. ¡Virgen de mi alma, ampárame.... Madre mía, ven por !... Al anochecer marchó a su casa. Por el camino encontró a Celipín con un palito en la mano y en la punta del palo la gorra. Nelilla le dijo el chico ¿no es verdad que así se pone el Sr. D. Teodoro?

La Nela sintió escalofríos al verse acariciada por Choto. El generoso animal, después de saltar alrededor de ella, gruñendo con tanta expresión que faltaba muy poco para que sus gruñidos fuesen palabras, echó a correr con velocidad suma hacia Aldeacorba. Creeríase que corría tras una pieza de caza; pero al contrario de ciertos oradores, el buen Choto ladrando hablaba.

Observaba las caras con la más viva atención, y la maravillosa concordancia de los accidentes faciales con el lenguaje le pasmaba en extremo. Viendo a las criadas y a otras mujeres de Aldeacorba, manifestó el más vivo desagrado, porque eran o feas o insignificantes; y es que la hermosura de su prima convertía en adefesios a todas las demás mujeres. A pesar de esto, deseaba verlas a todas.

No pudiendo expresarse así, su rudeza expresaba la misma idea de este otro modo: No vuelvo más a Aldeacorba.... No consentiré que me vea.... Huiré con Celipín, o me iré con mi madre. Ahora yo no sirvo para nada.