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El general y sus hijas se asoman a una de las ventanas de la comandancia; en la plaza, el subprefecto se pasea de un lado para el otro, agarrado al brazo del juez de paz. Media docena de chiquillos árabes medio desnudos juegan a las bochas en un rincón, gritando desaforadamente.

Echó a correr desaforadamente buscando la sombra de los árboles. A medida que avanzaba, el corazón se le oprimía. Mil encontradas ideas batallaban en su mente.

Llegaron a gritar todos juntos, tan desaforadamente, que el divino Cervantes se creyó expiando algunos pecadillos en las profundidades del purgatorio... Sólo Sancho guardaba un pensativo silencio, sentado a los pies de la cama... Quiso decir algo a don Quijote, y no lo pudo, cubierta su palabra por la infernal algarabía...

En cuanto llegué, el mayordomo, reforzado con la mayordoma, me instaron a jugar al delicioso jueguito... Loco de rabia, les contesté del peor modo... El mayordomo se irritó a su vez... Los dos gritamos desaforadamente... La mayordoma se echó a llorar y me dijo que yo no era un «gentleman»... En fin, se armó tal camorra, que tuve que echar del establecimiento ignominiosamente al matrimonio inglés.

Y Rafael se juraba a mismo que había de cambiar, para que no le mirase con sus ojazos de pena aquel ángel que le aguardaba en lo alto de una colina, cerca de Jerez, y corría cuesta abajo entre el ramaje de las cepas, al verle de lejos galopar por la polvorienta carretera. Una noche, los perros de Marchamalo ladraron desaforadamente.

Los dragones todos fueron vencidos por el fuerte brazo de tu caballero, a quien perteneces y que te pertenece». Inmediatamente le entró como un acceso congestivo, inclinó la cabeza, cerró los ojos y empezó a roncar desaforadamente. Asustadísima, Isidora le mojó la cabeza, le llamó a voces, a gritos: «¡Padrino, padrino!».

Ni un poquito, ni un muchito... me juzgas demasiado débil, Perico... Es necesario que te vayas convenciendo de que soy una aldeana en toda la extensión de la palabra... Y si no, mira... mira... La condesa emprendía á correr desaforadamente por el monte arriba; pero á los pocos pasos dejábase caer jadeante sobre el césped, llamando burlón y cazurro al joven porque se estaba riendo.

No te compongas que ya no irás a San Antonio a pasear, que está lloviendo y te mojarás el vestidito y no tienes más. La emprendieron con él a gritos, desaforadamente, con la fe y el ahinco con que lo cantaban todo. Una de ellas, a los pocos momentos, improvisó una copla alusiva a la situación: A San Antonio vente a pasear, verás al Duque que es muy galán.

El marqués de Sarriá era partidario de la táctica prusiana, que consiste en estarse quieto esperando a que venga el enemigo muy desaforadamente, con lo cual éste se cansa pronto y se le remata luego en un dos por tres.

Impaciente su madre, le agarró con una mano por el cuello de la chaqueta, le sacó de aquella profundidad y, a pesar de su resistencia, le tuvo algún tiempo suspenso en el aire, de manera que parecía uno de esos muñecos de cartón que cuelgan de un hilo, y que tirándoles de otro, mueven desaforadamente brazos y piernas.