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Hallose D. Francisco dentro de una estancia cuyo inclinado techo tocaba al piso por la parte contraria a la puerta; arriba, un ventanón con algunos de sus vidrios rotos, tapados con trapos y papeles; el suelo, de baldosín, cubierto a trechos de pedazos de alfombra; a un lado un baúl abierto, dos sillas, un anafre con lumbre; a otro, una cama, sobre la cual, entre mantas y ropas diversas, medio vestido y medio abrigado, yacía un hombre como de treinta años, guapo, de barba puntiaguda, ojos grandes, frente hermosa, demacrado y con los pómulos ligeramente encendidos; en las sienes una depresión verdosa, y las orejas transparentes como la cera de los devotos que se cuelgan en los altares.

Horádanse las orejas y el labio inferior, del cual cuelgan plumas de muchos colores, y de éste traen pendiente un pedazo de estaño; llevan también en la cintura una bellísima faja de plumas muy vistosas por la diversidad y proporción de los colores.

Es una parra joven. «Este año según la bella frase de uno de estos labriegos tan panteístas en el fondo , este año es el primero que trabaja.» Y es laboriosa, y es aplicada, y es vehemente. Sus sarmientos se enroscan y agarran con los zarcillos al encañado, cuelgan profusos los racimos, y los redondos pámpanos anchos forman un toldo de suave color presado sobre las aguas quietas.

Sus copas, agitadas durante tantos años por el viento Sur, están algo calvas; sus ramas inferiores, especialmente las de las encinas de en medio del grupo, se ennegrecen y secan; cuelgan de ellas en su extremo un manojito de hojas amarillentas que van cayendo poco a poco con las ráfagas del viento equinoccial, produciendo un ruido seco y repentino, que hace huir y chillar de espanto a los grajos y los mirlos.

En cambio continuó , si alaban una buena cualidad de su raza la atribuyen a los indios, y los que tal dicen son nietos o biznietos por padre y madre de gallegos y vascos que llegaron a América a fines del siglo XVIII... Y si los indios no son los autores de lo bueno, le cuelgan el milagro a la «raza latina», que no es más que una ficción histórica.

En la parte más pulcra suele haber azúcar, café, salvia, tila, manzanilla, y hasta a veces, que antes sólo en la botica se hallaba. Del techo cuelgan egregios y gigantescos jamones; y, alternando con esta bucólica manifestación del reino animal, dulces andregüelas invernizas, uvas, granadas y otras frutas.

Mientras los demás chicos estudiaban la doctrina y el catón, él contemplaba los espectáculos de la Naturaleza, entraba en la cueva de Erroitza en donde hay salones inmensos llenos de grandes murciélagos que se cuelgan de las paredes por las uñas de sus alas membranosas, se bañaba en Ocin beltz, a pesar de que todo el pueblo consideraba este remanso peligrosísimo, cazaba y daba grandes viajatas.

Entonces se despojan de sus filamentos exteriores, se sumergen unos cuantos segundos en agua hirviendo y luego se sacan un momento, para ser sumergidas otra vez un instante. Después de esto se sacan y sacuden fuertemente, se cuelgan a la sombra para que se sequen y al cabo de uno o dos días se ponen al sol para que sus ardientes rayos las blanquee.

Se coloca la vajilla en los aparadores, se cuelgan lámparas, se descuelgan las sillas y sofás, que de ordinario las tiene suspendidas en el techo, se clasifican, como Dios les da á entender vinos y conservas, y se pone á pública exhibición la saya que ha de lucir la capitana en la misa nang varas, y la que ha de ostentar en el primer rigodón oficial de la fiesta de la aniyaya nang bayan.

He visitado á Victoriano Sardou en su casa del Boulevard Courcelles, casa magnífica y fastuosamente amueblada, que podría servir de escenario á un drama de gran espectáculo: tapices soberbios visten las paredes: la tonalidad obscura del mobiliario insinúa algo de la complexión soñadora y romántica de su sueño; todo allí es penumbra y quietud; de los levantados techos cuelgan complicadas arañas de bronce.