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La niña del vestido azul nos seguía de lejos, para acompañarlo a la vuelta, pero él no la veía, se enorgullecía de marchar de mi brazo como un hombre. Mamette, radiante, observaba todo esto desde el quicio de la puerta, y al contemplarnos, movía graciosamente la cabeza como si nos dijese: «Todavía puede andar mi marido, a pesar de los años que tieneEl señor subprefecto ha salido de expedición.

Y por todo el bosquecillo repítese sin cesar: ¡Es un subprefecto! ¡Un subprefecto! ¡Está muy calvo! observa una alondra muy moñuda. Las flores preguntan: ¿Es mala persona? ¿Es mala persona? preguntan las flores. El viejo ruiseñor contesta: ¡No es completamente malo!

Mientras tanto el señor subprefecto, encantado con el silencio y la frescura del bosque, se levanta los faldones de la casaca, coloca sobre la hierba el sombrero apuntado y se sienta en el musgo junto a una encina joven. Luego abre en las rodillas la gran cartera de piel de zapa con relieves y extrae de ella un ancho pliego de papel ministro. ¡Es un artista! dice la curruca.

El subprefecto que es también hombre agradable, ó que, al menos cree serlo, lo que viene á ser lo mismo para su satisfacción personal, dijo entonces graciosamente, acariciando con una mano gordinflona sus espléndidas patillas, que había en el castillo muchos ojos bastante bellos para explicar tantos misterios; que sospechaba mucho que el intendente fuese un pretendiente, y que además el amor era padre legítimo de la locura é intendente natural de las desgracias... Cambiando de tono repentinamente: Sobre todo, señora agregó, si usted tiene la menor inquietud con respecto á ese individuo, le haré interrogar mañana mismo, por el cabo de la gendarmería.

Toda esa gentecilla menuda jamás ha visto a un subprefecto, e interrógase en voz baja quién será ese gran señor que se pasea con pantalón de plata. Bajo el follaje interrógase la gentecilla menuda en voz baja quién es ese señor con pantalón de plata.

Después de ser subprefecto en Ariege una corta temporada, Octavio Mirbeau regresó á París, donde reanudó en Le Gaulois sus tareas periodísticas. De pronto, y cediendo tal vez á una pasión que había de serle fatal, acometió temerarias operaciones bursátiles, que le procuraron ganancias copiosas.

Con el cochero delante y el lacayo detrás, el coche de la subprefectura le conduce majestuosamente a la Exposición regional de La-Combe-aux-Fées. El señor subprefecto se puso en ese día memorable la hermosa casaca bordada, el sombrerito apuntado, el pantalón estrecho galoneado de plata y la espada de gala con empuñadura de nácar.

En el bosquecillo de verdes carrascas hay pájaros, flores y fuentes bajo la fina hierba... Al ver al señor subprefecto con sus lindos pantalones y su cartera de zapa estampada, las aves se atemorizan y enmudecen; las fuentes no se atreven a meter ruido y las flores ocúltanse entre el césped.

La señora de Laroque clamó contra este exceso de celo galante, y la conversación, en lo que á concernía, no fué más lejos, pero me dejó muy picado, no contra el subprefecto, que por el contrario me gustaba muchísimo, sino contra la señora de Laroque, que haciendo á mis cualidades privadas una excesiva justicia, no me había parecido suficientemente penetrada de mi mérito oficial.

El general y sus hijas se asoman a una de las ventanas de la comandancia; en la plaza, el subprefecto se pasea de un lado para el otro, agarrado al brazo del juez de paz. Media docena de chiquillos árabes medio desnudos juegan a las bochas en un rincón, gritando desaforadamente.