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Por la tarde, lavada, peinada, perfumada, con una linda bata color crema, sentada al lado del balcón bordándole a él unas zapatillas, no podía darse nada más correcto y a la vez más interesante. Cuando salían de paseo y se ponía un sombrerito de paja adornado con campanillas rojas y el traje negro de seda, regalo de sus papás, era maravillosa.

Todas usaron ingentes miriñaques totales, y ahora usan el miriñaque parcial y pseudo-calípigo que priva. El día menos pensado abandonarán la mantilla y se pondrán el sombrerito. Todas se peinan, tomando por modelo el figurín, y suelen llamar a este peinado de cucuné o de remangué, a fin de darle, hasta en el nombre, cierto carácter extranjero.

Hubo una nueva pausa, hubo nuevas pataditas de Fernandito, repitiendo ¡vamos!, y apareció entonces, muy despacito, la roja cabecita de la Albornoz, engarzada en un sombrerito negro; recorrió con rápida mirada los varios coches detenidos a uno y otro lado de la puerta de Palacio, y bajó después lentamente, mirando siempre en torno suyo y diciendo al cabo muy disgustada: ¡Pues no ha venido todavía!...

Un pantalon estrecho, de paño azul con franjas amarillas, que llega hasta las rodillas y se ajusta bajo dos grandes botas charoladas; un chaleco de paño amarillo ó rojo, sobre el cual va una chupa de cola microscópica, forrada con anchas solapas y con puños de color rojo y enormes botones de metal reluciente; un sombrerito de charol ó fieltro, de copa larga, estrecha y puntiaguda y con adornos; un larguísimo foete, y un clarin terciado al costado, componen el vestido y los arreos del príncipe de la diligencia suiza.

Iba vestida con la mayor humildad... dirás como yo, ¿y el abrigo de terciopelo?... ¿y el sombrerito?... ¿y las turquesas?... Paréceme que me dijo Joaquín que aún llevaba las turquesas... No, no, no dijo esto, porque si las hubiera llevado, no las habría visto.

Agua, figurines, la fácil costumbre de emperejilarse; después seda, terciopelo, el sombrerito... ¡Sombrero! exclamó Juan en el colmo de la estupefacción. ; y no puedes figurarte lo bien que le cae.

Ya tropieza el viajero con el marino de pequeña estatura, rollizo y mofletudo, con su chaqueta de paño negro, abierta, el ancho cuello de la camisa de franela, el sombrerito redondo y charolado, puesto al desgaire sobre una oreja, la corbata negra y flotante y los monumentales botines llenos de clavos, sonando como herraduras de caballos.

¿Qué es eso? ¿No te gusta la cuchara?... Pues, hija, come con ella, que también cómo yo y soy tan buena como ... ¡Qué te creías, bobalicona! ¿Pensabas que porque te ponían el sombrerito y la camisa de batista eras una señorita... Las señoritas no vienen metidas en un cesto entre trapos sucios...

Con el cochero delante y el lacayo detrás, el coche de la subprefectura le conduce majestuosamente a la Exposición regional de La-Combe-aux-Fées. El señor subprefecto se puso en ese día memorable la hermosa casaca bordada, el sombrerito apuntado, el pantalón estrecho galoneado de plata y la espada de gala con empuñadura de nácar.

Por todo arreo llevaba Nieves una túnica lisa de color de barquillo, muy ajustada al airoso talle, y un sombrerito de paja del tono del vestido, de los guantes y de la sombrilla; y por todo adorno del traje, dos toques o notas verde mar: una en el sombrero y otra en la cintura.