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En pocas palabras es el siguiente: Celebrábase una gran comida, no dónde. Ponen en la mesa una hermosa vajilla de loza de Moustiers. En el fondo de cada plato hay un asunto provenzal, dibujado en azul sobre el vidriado; allí está contenida toda la historia regional.

Por estas razones y otras que omito, Antero Ramírez era lo que pudiera llamarse un grande hombre regional. Sin embargo, D. Félix no le reconocía de buen grado sus cualidades sobresalientes. Entre tío y sobrino existía una disimulada antipatía, que á veces no se disimulaba.

Y al decir así, señalaba el teniente al corro de los grumetes. Mientras los paisanos punteaban y repicaban un paso de baile regional, los grumetillos habían elegido el zapateado, donde la viveza del meridional bolero se une al vigor muscular que requieren las danzas del Norte.

Con el cochero delante y el lacayo detrás, el coche de la subprefectura le conduce majestuosamente a la Exposición regional de La-Combe-aux-Fées. El señor subprefecto se puso en ese día memorable la hermosa casaca bordada, el sombrerito apuntado, el pantalón estrecho galoneado de plata y la espada de gala con empuñadura de nácar.

Largo es el anterior preámbulo, pero no está de sobra, para afirmar aquí que, si bien no he leído yo La Muerte y el Diablo y Herejías, de D. Pompeyo Gener, ha sido por descuido y no por malquerencia regional, y que ahora, después de haber leído el flamante libro del mismo autor, titulado Amigos y Maestros, hallo que su autor es digno de consideración detenida y de extraordinario aplauso.

Por fortuna, se había confinado en la literatura regional, y su inspiración no admitía otro ropaje que el del verso valenciano. Fuera de Valencia y sus pasadas glorias, sólo la Grecia merecía su admiración. Una vez al año le veía Ulises puesto de frac, con el pecho constelado de condecoraciones y una cigarra de oro en la solapa, distintivo de los felibres de Provenza.

La columna de nuestro General Gregorio H. del Pilar tomó los arrabales del Pretil, Tondo, Divisoria y Paseo de Azcárraga al Norte de Manila, y la del General Noriel, por la parte de Pasay, tomó los arrabales de Singalong y Pako, siguiendo detrás la columna americana y flanqueando las fuerzas españolas que defendían la línea de S. Antonio Abad; lo que visto por los jefes españoles, ordenaron la retirada de sus tropas hácia Intramuros, con lo cual las fuerzas americanas que ocupaban las trincheras del frente, entraron, sin pegar un tiro, por los arrabales de Malate y Ermita; pero allí se encontraron con las tropas del General Noriel que se habían posesionado de los referidos arrabales y establecido sus cuarteles en el convento de Malate y Ermita, en los edificios que fueron de la Exposición regional de Filipinas, en la Escuela Normal y en la casa del Sr.

A realistic literature, therefore, that describes accurately the doings and the environment of Spanish villagers must be regional: it can not be broadly national. Pereda was, perhaps, the most provincial, the least cosmopolitan, of modern Spanish writers. An old-fashioned hidalgo, or country gentleman, he rarely left his ancestral home at Polanco, and if he did go away, he was always sorry for it.

Ganó Martín, y uno de los compañeros de Briones, un teniente aragonés que había perdido toda su paga, comenzó, para vengarse, a hablar mal de los vascongados, y Zalacaín y él se encarzaron en una estúpida discusión de amor propio regional, de esas tan frecuentes en España.

La característica de la civilización greco-romana, que en veinte siglos preparó el terreno sobre el cual se extendieron, más tarde, en simple substitución, las civilizaciones cristiana y árabe, y lo que hizo posible su prodigiosa expansión sobre los países y los continentes vecinos, fue la circunstancia de que la religión regional, sin cosmología sagrada, sin dogmas teológicos y sin gerarquía eclesiástica no cohibiera mayormente el libre juego de las capacidades naturales, como la parte progresiva de la misma circunstancia en Inglaterra su tolerancia con las costumbres y las religiones particulares de los países conquistados hasta el punto de tener dos religiones oficiales en el mismo reino unido, constituido en cuna de la libertad y refugio de los perseguidos de toda la Europa, explica la incesante expansión inglesa; como la misma circunstancia, bruscamente producida en Francia sobre el orden político y militar, por la revolución del 89, y a que se refería Napoleón al decir que todo soldado llevaba en su mochila el bastón de mariscal de Francia, explica la inopinada expansión francesa y la epopeya napoleónica, como la misma circunstancia sobre el terreno educacional, comercial e industrial en Norte América explica su portentosa prosperidad; como el cristianismo sin la ciencia europea en Abisinia, y la ciencia europea sin cristianismo en el Japón, explican el estancamiento secular del primero y el prodigioso desenvolvimiento repentino del segundo; como la circunstancia inversa el fanatismo sin pensamiento y sin ciencia, en España y Portugal, explica a su vez, el estancamiento regresivo a la manera musulmana de aquel imperio ibérico en que no se ponía el sol, cuando aquello de que ha salido toda la potencialidad moderna el espíritu humano estaba aún en todas partes prisionero de los siglos pasados, como dice Ugarte; cuando la esperanza en los milagros de la fe obstruía en todas partes el advenimiento de los milagros de la ciencia y la inteligencia humanas.