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¿Qué queréis decir? replicó vivamente Godfrey. ¿Cómo? ¿No ha vuelto todavía a su casa? dijo Bryce sorprendido. ¿A casa? no. ¿Qué ha sucedido? Hablad pronto. ¿Qué hizo de mi caballo? ¡Ah! bien pensaba yo que era siempre vuestro, bien que él dijera que se lo habíais cedido. ¿Lo hizo rodar y lo mancó? dijo Godfrey, rojo de cólera.

, , muy bien dijo Dunstan, poniéndose de pie .Estaba cierto de que acabaríais por mostraros razonable. Yo soy hombre capaz de hacerle tragar el anzuelo al viejo Bryce. Voy a conseguiros ciento veinte libras esterlinas por vuestro caballo, tan fácilmente como conseguiría un penique.

Sin embargo, no bien estuvo el animal a la vista, su corazón se oprimió de nuevo, porque no era Relámpago. Y momentos después se dio cuenta de que el caballero no era Dunstan, sino Bryce, que detuvo su montura para conversar con él. La fisonomía de aquél no anunciaba nada de nuevo. ¿Qué trae, señor Godfrey, qué suerte la de su hermano, maese Duncey, verdad?

Bueno, entonces vended a Relámpago. , eso es fácil decirlo. Necesito el dinero inmediatamente. Pues bien, no tenéis más que montarlo en la cacería de mañana. Bryce y Keating estarán seguramente. Os harán más de una oferta. Eso es, y volveré a casa a las ocho de la noche, salpicado de barro hasta las narices. Voy al baile que da la señora de Osgood celebrando su día.

Bueno, éste es mi camino dijo Bryce, sin que lo sorprendiera ver que Godfrey estaba bastante abatido . Bueno, me despido haciendo votos porque pueda traeros mejores noticias otra vez. Godfrey puso su caballo al paso. Se imaginaba la escena en que tendría que confesárselo todo a su padre, escena que comprendía era ya inevitable.

Pues bien, para deciros la verdad continuó Bryce , después de cerrado el trato se me ocurrió la idea de que vuestro hermano había podido montar el caballo para venderlo sin que vos lo supierais, porque no creí que fuera suyo. Yo sabía que maese Dunsey hacía de las suyas algunas veces. Pero, ¿adónde puede haber ido? No se lo ha vuelto a ver en Batterley.

Podía gozar por entero de todo el placer que resultaría de la venta del caballo de su hermano, sin privarse del gran placer de conseguir que Godfrey le tomara dinero prestado a Marner. Siguió, pues, cabalgando hacia el lugar de la cita. Bryce y Keating estaban allí, como Dunstan estaba seguro de ello; ¡tenía tanta suerte!

¡Cómo! ¿Os lo ha cambiado contra vuestro viejo rocín de huesos grandes? dijo Bryce con la entera certidumbre de que obtendría en respuesta otra mentira. No, teníamos que arreglar una pequeña cuenta respondió Dunstan con indiferencia , y Relámpago ha saldado la diferencia. Le he hecho un servicio a Godfrey tomándole el caballo.

Hola dijo Bryce, que desde hacía tiempo codiciaba a Relámpago , venís montando el caballo de vuestro hermano; ¿por qué ha sido eso? Nada, le he hecho un cambio dijo Dunstan, cuyo placer en mentir, casi independiente de la idea de utilidad, no iba a disminuir en mucho la probabilidad de que su interlocutor lo creyera . Relámpago es ahora mío.

No se debe haber hecho daño, porque no tenía más remedio que marcharse a pie. ¿Daño? dijo Godfrey amargamente. Jamás se hará daño; ha nacido para hacerlo a los demás. ¿Y vos lo habíais autorizado realmente para vender el caballo? preguntó Bryce.