United States or Sweden ? Vote for the TOP Country of the Week !


¿Quién no teme que baje fuego del cielo sobre esta sociedad moderna? A la maldad llaman libertad, y luego, ¡ilusos! piensan vencer a los que luchan por la verdadera libertad, a los que, como nosotros, elevan su corazón al Señor. ¡Así es todo desolación y espanto por los campos! Las guerras son obras del demonio: Dios le permite que nos castigue porque somos malos y nos olvidamos de

Entraron en un gran salón irregular, pintado de amarillo, color con el que se había combinado el humo de las candilejas de hoja de lata clavadas de trecho en trecho en la pared. Pero nos olvidamos de que nos hemos puesto fuera del epígrafe de este capítulo, hacemos una pausa y pasamos al siguiente. Aquellas candilejas de hoja de lata, aunque era medio día, estaban encendidas.

Olvidamos sus grandes invenciones ó aplicaciones útiles, y solo pensamos en plagiar las paradas militares, hacer con nuestros dictadores caricaturas de soberanos, y remedar las modas, el lujo, las vanidades y los vicios de las sociedades europeas. A distancia de hora y media de Friburgo visitamos un monumento extraño, de las mas curiosas formas: la ermita ó gruta de la Magdalena.

¡Silencio, Ester, silencio! dijo el ministro con trémula solemnidad. La ley que quebrantamos, la culpa tan terriblemente revelada, sean tus solos pensamientos. ¡Yo temo!... ¡temo!... Quizás desde que olvidamos á nuestro Dios, desde que violamos el mutuo respeto que debíamos á nuestras almas, fué ya vano esperar el poder asociarnos después de esta vida en una unión pura y sempiterna. Dios sólo lo sabe y

Temeroso mi padre del daño que pudiera causarme, me tiene prohibido cazar en toda la parte del bosque situada al norte del camino de Munster; pero esta mañana mi valiente halcón dió caza á una garza enorme y mi paje Rubín y yo olvidamos por completo el camino que seguíamos y la distancia recorrida, sin pensar más que en las peripecias de la caza.

Sin ser esclavos por la ignorancia como los salvajes, somos, como ellos, físicamente libres sumergiéndonos en el agua; nuestros miembros no sufren el odioso contacto de las ropas, y con nuestro vestido dejamos también sobre la orilla una parto por lo menos de nuestros prejuicios de profesión ó de oficio; no somos ni obrero, ni comerciante, ni profesor; olvidamos por una hora las herramientas, libros é instrumentos, y, vueltos al estado natural, podríamos creernos todavía en las edades de piedra ó bronce, durante las cuales los pueblos bárbaros levantaban sus chozas sobre pilotajes en medio de las aguas.

Si alguna vez nos olvidamos de la alegoría, y hasta nos parece que deja de haberla y que tocamos algo real, es porque Goethe, en virtud de sus monadas, de sus genios y espíritus elementales, de sus inteligencias misteriosas que mueven las cosas naturales, casi cree en los seres que evoca, por donde los seres que evoca toman cuerpo y dejan de ser figuras retóricas solamente.

Amamos, queremos ser amados, caemos a los pies de una mujer, y le ofrecemos el corazón, la vida, el alma, y luego, cuando somos correspondidos, cuando la dicha y la felicidad nos sonríen, olvidamos nuestras promesas más sinceras, nuestros juramentos más sagrados.

Ya he hecho bastantes zuecos en mi vida, y puesto que se presenta la ocasión de volver a coger el mosquete..., ¡tanto mejor!; ahora demostraremos a los prusianos y a los austriacos que no olvidamos la carga en doce tiempos. De este modo razonaba el buen hombre, dominado por los recuerdos bélicos; pero su alegría no duró mucho.

Pero una mujer hermosa, matizada, abrillantada por brocados y pedrerías, y saturada de blandos y exquisitos perfumes, embriaga. Por eso estaba embriagado don Juan Montiño. Y como cuando estamos dominados por la embriaguez no somos dueños de nuestra razón y lo olvidamos todo, el joven, dentro de aquella litera y en aquella situación, se había olvidado completamente de doña Clara Soldevilla.