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Sofía me miró con risueño asombro. ¿Federico? ¿Mi marido? Es una idea original. ¡Inténtelo usted, amigo, inténtelo!... Tiró de la campanilla y dijo al criado: Ruegue usted al señor que baje al salón. Momentos después me vi entrar un hombre gordo, subido de color, cabello gris, bigote recio, anchas manos colgando de unos brazos rígidos y aspecto general de mozo de carga.

He oido muchas veces rodar en los valles vuestras masas destructoras, pero vosotros no aniquilais sino los seres que todavia quisieran vivir, las tiernas plantas de un nuevo bosque, la cabana o la choza del inocente labrador. La niebla empieza a levantarse en el centro del valle, voy a advertirle que se baje, se arriesgaria a perder a un mismo tiempo el camino y la vida.

A las doce y media pude sacar la embarcacion, y volví á hacerme á la vela: las dos y cuarto de la tarde volví á varar, y tan de firme que no fué posible poder sacar el bergantin. Inmediatamente bajé á ella, y la atravesé hasta la parte opuesta que tiene media legua de ancho, y me parece que con tiempos fuertes se anega toda.

La libertad fué la musa De los cielos mensagera, Que llenó mi alma severa Con su espíritu inmortal; Y en las negras tempestades Seguí con paso valiente, Su antorcha resplandeciente Y su faro celestial. Oh, Dios, inspírame un himno, Ó una fúnebre elejia! Que baje á la tumba fria Cantando á la libertad!

No pude continuar y bajé la cabeza. Mi padre se agitó en su sillón, creyendo que estaba yo llorando, y dijo: Ahora lágrimas; el argumento supremo de las mujeres. ¡No llores, voto va! Se quitó el gorro y lo lanzó al otro extremo de la habitación. Después se dulcificó.

¿No oyes entre los ruidos del agua algo parecido a un lamento? Ricardo atendió un instante. No oigo nada. No; ya ha cesado... Aguarda un poco... ¿No lo oyes ahora?... , , no cabe duda..., en las cuevas de esta roca hay alguien que se queja... No hagas caso, tonta. Es la resaca que produce sonidos extraños... ¿Quieres que me baje a mirar lo que hay dentro?

Tan repentinamente entró la luz en mi inteligencia, que creía haber sido hasta entonces estúpida e idiota. Me entusiasmé, me embriagué con aquella novela repleta de color, de vida y de movimiento. Cuando bajé por la noche al comedor, donde el cura, que comía con nosotros, me esperaba con impaciencia, bajé soñando.

Generalmente, los árboles caen así, sin detenerse, pero á veces la extremidad saliente de una roca ó una punta de palo clavado en el suelo, contiene la avalancha en su descenso; entonces es preciso que un hombre baje y, con exposición de su vida, pone en movimiento nuevamente los troncos detenidos.

De mala gana entré dentro de un amplio ropaje, bajé la escalera, y me dejé arrastrar al compás de las exclamaciones de mi amigo, que no cesaba de gritarme: ¡Cómo nos vamos a divertir! ¡Qué noche tan deliciosa hemos de pasar!

Bajé a nuestra huerta antigua Y despedíme en voz alta De los árboles y flores, De las fuentes y las aguas; Diles mil abrazos tiernos, Y ellos también se inclinaban A darme para ti muchos, Que aun tienen alma las plantas. Puse al estribo las mías Sin el arzón, y a la casa Le dije volviendo el rostro: Piedras, Jarifa me aguarda.