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Se levantó un cortinaje de damasco y entró una criada vieja vestida de negro, con falda lisa y pobre jubón, lo mismo que una campesina. Los cabellos grises estaban cubiertos en parte por una pañoleta obscura, a la que el tiempo y la grasa habían dado un tinte rojizo. Por debajo de la falda asomaban los pies calzados de paño, con unas medias blancas de grueso tejido.

También hizo como que se desabrochaba mi jubón para devolvérmelo, pero no bien le entregué su sayal apretó á correr otra vez, dejándome con lo puesto, que no es mucho que digamos. ¡Habrá tuno! ¡Y cómo se reía el bigardón! Roger escuchó el relato de aquellas lástimas con toda la seriedad que pudo.

Esta Pareja en este cuadro pintado de medio cuerpo, algo cuarteada la figura y mirando de frente: el pelo es mucho, muy negro y crespo; el semblante, de tono cobrizo, destaca sobre fondo gris verdastro; lleva jubón aceitunado, valona blanca festoneada, y la capa, recogida sobre el hombro izquierdo, sujeta por la diestra que hacia la parte baja del pecho se ve dibujada en escorzo.

La mañana venida, levantámonos, y comienza a limpiar y sacudir sus calzas y jubón y sayo y capa -y yo que le servía de pelillo- y vístese muy a su placer de espacio. Echéle aguamanos, peinóse y puso su espada en el talabarte y, al tiempo que la ponía, díjome: "¡Oh, si supieses, mozo, qué pieza es ésta! No hay marco de oro en el mundo por que yo la diese.

"Ya, cuando quieren reformar consciencia y satisfaceros vuestros sudores, sois librados en la recámara en un sudado jubón o raída capa o sayo, ya, cuando asienta un hombre con un señor de título, todavía pasa su laceria. Pues, ¿por ventura no hay en habilidad para servir y contentar a éstos?

Todas estas trazas de hurtar y modos extraordinarios conocí, por espacio de un mes, en ellos. Volvamos agora a que les enseñé el rosario y conté el cuento. Celebraron mucho la traza y recibióle la vieja por su cuenta y razón para venderle. La cual se iba por las casas diciendo que era de una doncella pobre y que se deshacía de él para comer. Y ya tenía para cada cosa su embuste y su trapaza. Lloraba la vieja a cada paso, enclavijaba las manos y suspiraba de lo amargo, llamaba hijos a todos. Traía encima de muy buena camisa, jubón, ropa, saya y manteo, un saco de sayal roto, de un amigo ermitaño que tenía en las cuestas de Alcalá.

Cuando Ramiro hallose de nuevo en su casa, entre los objetos familiares de su aposento, y, desceñida la espada, quitado el capotillo, desajustado el jubón, se arrojó sobre la cama, pareciole que su existencia se internaba en el enredo de una historia novelesca.

Quedó don Quijote, después de desarmado, en sus estrechos greguescos y en su jubón de camuza, seco, alto, tendido, con las quijadas, que por de dentro se besaba la una con la otra; figura que, a no tener cuenta las doncellas que le servían con disimular la risa -que fue una de las precisas órdenes que sus señores les habían dado-, reventaran riendo.

Era una antigua payesa que aún conservaba el traje de su pueblo: jubón obscuro, con doble fila de botones en las mangas; falda clara y rameada, y cubriendo su cabeza el rebocillo, blanco velo sujeto al cuello y al pecho, por debajo del cual se escapaba la gruesa trenza que llevaba postiza y muy negra rematada por largas cintas de terciopelo.

Nos plantamos aquí en medio de la sala, nos agarramos cómo y por dónde podamos, y si me derribas te regalo aquel soberbio cobertor de pluma, que gané en la toma de Narbona y que no tiene igual ni en la cámara del rey.... Qué me place, asintió Tristán, quitándose apresuradamente ropilla y jubón y dejando ver los poderosos músculos de su cuello, pecho y brazos.