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Sin poder resistir el impulso, Quintanar tomaba el libro, después de quitarse el chaquet de alpaca y quedarse en mangas de camisa: tomaba el libro y leía.... «¡Vuelta al miedo! a la tristeza, a la languidez espiritual. Era en efecto el mundo una lacería, como decía el texto, y sobre todo en el verano. Vetusta era un pueblo moribundo.

Oh, Señor mío!, dije yo entonces, ¡a cuánta miseria y fortuna y desastres estamos puestos los nascidos, y cuan poco duran los placeres de esta nuestra trabajosa vida! Heme aquí, que pensaba con este pobre y triste remedio remediar y pasar mi laceria, y estaba ya cuanto que alegre y de buena ventura.

Escapé del trueno y di en el relámpago, porque era el ciego para con éste un Alejandro Magno, con ser la mesma avaricia, como he contado. No digo más sino que toda la laceria del mundo estaba encerrada en éste. No si de su cosecha era, o lo había anexado con el hábito de clerecía.

Mas qué digo fortuna, la miseria Del hombre está sugeta á tal laceria. En tanto que uno es hombre, está obligado A dos mil infortunios y flaquezas, Qué del primero padre se ha heredado Dolor, pena, congojas y tristezas; Que todas son reliquias del pecado, Con otros mil defectos y vilezas, Que juntos en Adam los recibimos, Cuando por el pecado en él morimos.

A diéronme la vida unas mujercillas hilanderas de algodón, que hacían bonetes y vivían par de nosotros, con las cuales yo tuve vecindad y conocimiento; que de la laceria que les traían, me daban alguna cosilla, con la cual muy pasado me pasaba. Y no tenía tanta lástima de , como del lastimado de mi amo, que en ocho días maldito el bocado que comió.

"Ya, cuando quieren reformar consciencia y satisfaceros vuestros sudores, sois librados en la recámara en un sudado jubón o raída capa o sayo, ya, cuando asienta un hombre con un señor de título, todavía pasa su laceria. Pues, ¿por ventura no hay en habilidad para servir y contentar a éstos?

Escapé del trueno y di en el relámpago, porque era el ciego para con este un Alexandre Magno, con ser la mesma avaricia, como he contado. No digo más, sino que toda la laceria del mundo estaba encerrada en éste. No si de su cosecha era, o lo había anejado con el hábito de clerecía. El tenía un arcaz viejo y cerrado con su llave, la cual traía atada con un agujeta del paletoque.

Yo híceme muy maravillado, preguntándole qué sería. "¡Qué ha de ser! dijo él. Ratones, que no dejan cosa a vida." Pusímonos a comer, y quiso Dios que aun en esto me fué bien, que me cupo más pan que la laceria que me solía dar; porque rayó con un cuchillo toda lo que pensó ser ratonado, diciendo: "Cómete eso, que el ratón cosa limpia es."

De que salió de su casa, voy a ver la obra y hallé que no dejó en la triste y vieja arca agujero ni aun por dónde le pudiese entrar un moxquito. Abro con mi desaprovechada llave, sin esperanza de sacar provecho, y vi los dos o tres panes comenzados, los que mi amo creyó ser ratonados, y dellos todavía saqué alguna laceria, tocándolos muy ligeramente, a uso de esgremidor diestro.

Acudieron a la citación de Emma D. Juan Nepomuceno, Sebastián y otros dos primos. La indignación cundió por todos los presentes. El delito era flagrante: la flauta estaba allí, sobre la mesa, y el hígado de Emma en su sitio, pero hecho una laceria.