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En cinco meses que ha que estoy aquí, apenas he aprendido cuatro conjugaciones, habiendo sudado y trabajado de noche y de día. Juzgo que los que deben venir acá han de ser mozos santos y hábiles, porque de otra suerte, nunca harán nada. Los gentiles de otras naciones no pueden aprenderla sino cuando niños.

"Ya, cuando quieren reformar consciencia y satisfaceros vuestros sudores, sois librados en la recámara en un sudado jubón o raída capa o sayo, ya, cuando asienta un hombre con un señor de título, todavía pasa su laceria. Pues, ¿por ventura no hay en habilidad para servir y contentar a éstos?

Desagradó esto indeciblemente á todos, singularmente á los Padres, que veían con tal ejemplo abierta la puerta para que otros hiciesen lo mismo, y que por más que hubiesen trabajado y sudado en desarraigar tal abuso y establecer el nudo indisoluble del matrimonio, se destruiría en breve; y como sucede entre bárbaros que el pueblo indómito se va en pos de quien tiene entre ellos alguna soberanía y preeminencia, le seguirían todos.

Y las más veces son los pagamentos a largos plazos, y las más y las más ciertas, comido por servido. Ya cuando quieren reformar conciencia y satisfaceros vuestros sudores, sois librados en la recámara, en un sudado jubón o raída capa o sayo. Ya cuando asienta un hombre con un señor de título, todavía pasa su laceria. ¿Pues por ventura no hay en mi habilidad para servir y contestar a éstos?

Tome asiento, don Melchor. ¡Pero cuánto gusto de verlo!... ¿Y solo ha venido? Ya le dije, Ramona: solo; mis compañeros quedaron en la estancia algo doloridos porque ayer anduvieron mucho a caballo. Así es... bueno, cuando no hay la costumbre... ¿Y usted no? ¡Ya ve: me he venido de un galope; mire por la puerta cómo ha sudado el zaino!

¡Qué! ¡si todo Madrid está que lo ahogan con un cabello, y aquella casa parece un jubileo! dijo una de las viejas ; yo he sudado y me he estropeado para poder entrar donde está la difunta, y me han roto la saya; ¡si aquello es mucho! ¡y qué lujo! y allí están todos los cómicos del corral de la Pacheca, y los del coliseo del Príncipe, y los del coliseo de la Cruz, y muchos señores, y muchos grandes, y cuatro lacayotes con hachas, que diz que son del señor duque de Lerma, que diz era querido de la comedianta; y allí está también el inquisidor general y otros religiosos, todos rezando, y la sala hecha un ascua de oro de luces, y la calle que no cabe un alfiler de gente, y todos tristes, y todos llorosos; y están dando limosna á más y mejor en la puerta á todos los pobres que llegan. ¡Si parece que se ha muerto una persona real!

Pues supongamos, y usted perdone la franqueza, que se trata de usted y que la llueven a usted pretendientes de muchas condiciones y de muchas partes; que viene el labriego humilde con el homenaje de su pobreza disculpada con la envoltura de sus honradas intenciones; que la solicita el hidalguete de gotera, de esos que tienen la manta de sus recursos tan ajustada a sus necesidades, que si tiran de ella para cubrirse el pescuezo, dejan al descubierto los pies; y el hacendado tosco que funda su mayor vanidad en haber sudado mucho el pedazo de pan que le ofrece a usted con mano callosa y palabra torpe... y sudando; y el abogadillo de pocos pleitos y con la manta del hidalguete; y así, por esta escala arriba, hasta el personaje que la brinda, en el mundo de donde él viene, con todas las tentaciones del lujo y del esplendor; vamos, con la vida que hacen las más encopetadas señoronas del teatro que usted acaba de ver pintado en ese libro.

Chichí revisó á Julio con los ojos, de pies á cabeza, descubriendo inmediatamente los detalles de su elegancia militar. El capote estaba rapado y sucio, las polainas arañadas, olía á paño sudado, á cuero, á tabaco fuerte; pero en una muñeca llevaba un reloj de platino y en la otra la medalla de identidad sujeta con una cadena de oro.