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Entré, y por un rato halleme desorientado en la profunda oscuridad del zaguán; pero a tientas y cuidadosamente pude llegar al patio, donde la claridad del cielo que por la cubierta de vidrios entraba, me permitió marchar con pie más seguro. Abriendo la segunda puerta que daba paso a la escalera, subí muy despacio asido al barandal.

Cuando volví en y me repuse halléme en medio de un grupo de hombres y de mujeres que me contemplaban con indulgente interés capaz de matarme; sentí que alguien me agarraba rudamente, volví la cabeza y vi que era Oliverio.

Halléme obligado a decir que era viejo, soldado, hidalgo y pobre, a que uno respondió estas formales palabras: ''Pues, ¿a tal hombre no le tiene España muy rico y sustentado del erario público? Acudió otro de aquellos caballeros con este pensamiento y con mucha agudeza, y dijo: ''Si necesidad le ha de obligar a escribir, plega a Dios que nunca tenga abundancia, para que con sus obras, siendo él pobre, haga rico a todo el mundo''. Bien creo que está, para censura, un poco larga; alguno dirá que toca los límites de lisonjero elogio; mas la verdad de lo que cortamente digo deshace en el crítico la sospecha y en el cuidado; además que el día de hoy no se lisonjea a quien no tiene con qué cebar el pico del adulador, que, aunque afectuosa y falsamente dice de burlas, pretende ser remunerado de veras.

Me asomé a una ventana abierta en la pared del Este junto a una alacena, y vi lo que ya me había imaginado: el peñascal negro, jaspeado de grietas con vegetaciones silvestres y separado de la casa por un callejón pendiente, de lastras resbaladizas. Al volver al comedor por la salona, halléme con mi tío que entraba en él por la puerta de enfrente. Llegaba fatigoso y se apoyaba en un bastón.

Y era que este tal pobre tenía tres muchachos pequeños, que recogían limosna por las calles y hurtaban lo que podían; dábanle cuenta a él y todo lo guardaba. Iba a la parte con dos niños de la cajuela en las sangrías que hacían de ellas, y tomé el mismo arbitrio, y él me encaminó la gentecica a propósito. Halléme en menos de un mes con más de doscientos reales horros.

Cuando estudiaba esta gran figura, que realzaba maravillosamente la idea que se tiene en general de un corsario, y aun de un pirata, la señorita Margarita me suplicó que entrara. Halléme entonces frente á un viejo flaco y decrépito, cuyos ojos conservaban apenas una chispa vital, y que para acogerme, tocó con mano temblorosa el bonete de seda negra que cubría su cráneo luciente como el marfil.

Halleme, pues, desprevenida e indefensa en aquel inesperado trance de prueba; perdí mi poca serenidad, y pareciéndome que el castillo no se desmoronaba tan aprisa como lo querían mis desatinadas impaciencias, yo misma puse mis manos en él, y me atreví a arrancar sus sillares, uno a uno, hasta dejarle arrasado. El trabajo fue rudo, pero la conquista más señalada.

Halléme sin dinero, porque los cien reales se consumieron en la cura, comida y posada; y así, para no hacer más gasto no teniendo dinero, determiné de salirme con dos muletas de la casa, y vender mi vestido, cuellos y jubones, que era todo muy bueno.

Yo salí en fiado, por virtud del escribano. Y el relator no se descuidó, porque mudó tono, habló quedo y ronco, brincó razones y mascó cláusulas enteras. Libro Tercero: Capítulo V: De cómo tomó posada, y la desgracia que le sucedió en ella. Salí de la cárcel. Halléme solo y sin los amigos; aunque me avisaron que iban camino de Sevilla a costa de la caridad, no los quise seguir.

Halléme obligado á esto, porque como se fué junctando la gente poco á poco y con muy gran esperanza de la que me habían de dar los Duques de Sessa y de Alcalá, había de ser cierta y presta como su Maj. mandaba, no hubo razón ni causa para que yo dejase de junctar la que á me tocaba, y hacer tan gran gasto como se hizo en esto y en la abundancia de vituallas y municiones que se llevaron, porque la infantería española de Lombardía se detuvo á causa de la muerte del Rey de Francia, como dice D. Alvaro de Sande, y del motín de Génova, y la de Nápoles, esperándola de hora en hora, tardó, de manera que habiendo de venir por orden de S. M. 2.500 hombres, no llegó el cumplimiento sobre los 600, poco más ó menos, que trujo D. Sancho en las galeras, hasta los últimos de diciembre que vinieron á Malta.