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Bajaban coches de lujo, cuyos cocheros gritaban para evitar el desorden y los atropellos. Deteníanse los vehículos atarugados, y la gente, refugiándose en las aceras, se estrujaba como en los días de pánico. La tienda del viejo Schropp detenía a los transeúntes. Como se acercaba Carnaval, todo era cosa de máscaras, disfraces, caretas.

Las campanas dijeron algo a Isidora, y entró a oír misa en San Luis, en cuya escalerilla se estrujaba la gente. Dentro, las misas sucedían a las misas, y los fieles se dividían en tandas. Unos se marchaban cuando otros caían de rodillas. Allí se persignaba una tanda entera, aquí se ponía en pie otra, y las campanillas, anunciando los diversos actos del sacrificio, sonaban sin interrupción.

Entretanto, en el patio de la granja pasaban y repasaban las criadas, con una luz en la mano, de la cocina al comedor, y cuando el músico cesaba de tocar para tomar aliento, escuchábase el crujir de la prensa que estrujaba los racimos. Hallamos al señor Domingo junto al lagar; en aquel singular laboratorio lleno de ruedas en movimiento.

¡Clara! ¡Si supiérais de lo que ha sido capaz esa mujer que lloráis! ¡Dorotea! ; vos veis en ella un ángel perdido, y era un demonio. Quevedo era un médico terrible; ponía á sangre fría los dedos sobre la llaga y la estrujaba. La muerta nada tenía ya que perder ni que esperar en la vida, y Quevedo quería salvar á los que, vivos aún, tenían que perder y que esperar. Calumniaba á Dorotea.

Después de otra pausa volvió á preguntar tímidamente: ¿Has bailado mucho? No respondió con la misma sequedad. Nuevo silencio, durante el cual el majo estrujaba su inteligencia buscando medio de pasar á la conversación que deseaba. Te he visto y te he reconocido perfectamente hace un momento aunque llevases careta dijo al cabo disimulando inútilmente su emoción. Soledad no respondió.

Cuando la iracunda planchadora le estrujaba entre sus manos, sentíase poseído de espanto, de amor, de respeto y de gozo, lo mismo que los héroes de la gentilidad cuando incurrían en el desagrado de alguna de sus diosas, tan bellas como terribles y vengativas. Caía de rodillas a sus pies pidiendo perdón, y se los abrazaba y besaba temblando de terror y voluptuosidad.

Tomó el amado director agua bendita, y después de santiguarse, subió, radiante de alegría evangélica, las gradas de la plataforma; se frotó las manos y a una niña de ocho años que encontró de pie al paso, la sujetó suavemente; y mientras él miraba a la bóveda y mordía el labio inferior, oprimía contra su cuerpo la cabeza rubia, y entre los dedos de la mano estrujaba, sin lastimarla, una oreja rosada.

En aquel momento cortó la interrogación la centésima vez que se le apagaba el tabaco, volvió la cabeza y en perfecto bicol sostuvo una conversación con su criado, conversación que sin duda debió versar sobre lo incombustible de la hoja, ó lo combustible del fósforo, pues tan pronto señalaba la escueta caja como estrujaba la mascada colilla que para llegar á tal estado había pasado por la llama de cien palitos.

La idea del Demonio oculto en el cuerpo de aquella fascinadora cruzábale por la mente, y sentíase orgulloso de haber luchado con semejante enemigo, cual Jacob en las tinieblas; y ahora, a su vez, tomaba aquellas blancas manos de Dalila, aquellas manos de traición y de engaño, y, demandando la palabra reveladora, estrujaba unos con otros los dedos, sobre las duras sortijas; mientras ella, con los ojos bañados en lágrimas, miraba hacia lo alto, sin exhalar un gemido.

Parecía que una mano cruel le estrujaba el corazón dentro del pecho. Sus amigos, comprendiendo que deseaba quedarse solo, siguieron a Sarrió. Pablito le esperaba a la puerta de la quinta, y le abrazó con efusión y entusiasmo. ¿Le has matado? preguntóle por lo, bajo. No ... Creo que respondió el joven más bajo aún. ¿Y tu padre?