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Calderón estaba inquieto, violento, lo mismo que si se los echase en la cara. A la tercera vez, no pudiendo contenerse, fué él mismo a buscar la escupidera para ponérsela al lado. Salabert le dirigió una mirada burlona y le hizo un guiño a Pepa. Ya tranquilo Calderón se mostró locuaz y pretendió sustituirse al duque dando consejos a Pepa sobre los fondos.

Invitele a que se sentara, lo cual hizo en la punta de una silla, como que no quería abusar de mi buena crianza, poniendo su sombrero debajo de una mesa a modo de florero o de escupidera. ¿Y qué es el caso? le pregunté; porque ha de advertir el lector que yo me perezco por los diálogos.

No , chico, no contestó Martín pero hay gente que se considera como un cacharro viejo, que lo mismo puede servir de taza que de escupidera. Yo no, yo siento en , aquí dentro, algo duro y fuerte... no explicarme. A Bautista le extrañaba esta ambición obscura de Martín, porque él era claro y ordenado y sabía muy bien lo que quería.

Osorio la esperaba, en efecto, en el saloncito de arriba contiguo a su boudoir. Estaba sentado negligentemente en una butaca; pero al ver a su esposa se levantó, dejando caer previamente en la escupidera la punta del cigarro que fumaba. Clementina observó que estaba algo más pálido que de costumbre.

Al día siguiente sería una criada, y era precisamente cuando Basilio tenía llegar de Manila á traerla regalitos... En adelante tenía que renunciar á aquel amor; Basilio que pronto será médico no debe casarse con una pobre... Y ella le veía en su imaginacion dirigirse á la iglesia en compañía de la más hermosa y rica muchacha del pueblo, bien vestidos, felices y sonriendo ambos, y mientras que ella, Julî, seguía detrás de su ama, llevando novenas, buyos y la escupidera.

Le seguía el humor respondiendo con gruñidos y con tal cual frase escabrosa que hacía reir a Calderón, aunque no tenía muchas ganas de hacerlo viéndole echar sin miramiento alguno tremendos escupitajos en la alfombra. Porque el duque con el picor del tabaco salivaba bastante y no acostumbraba a reparar dónde lo hacía, a no ser en su casa donde cuidaba de ponerse al lado de la escupidera.

«A no me puede nadie gritó la infeliz con frenesí, los ojos desencajados, forcejeando contra los cuatro brazos que la querían sujetar . Soy Mauricia la Dura, la que le abrió una ventana en el casco a aquella ladrona que me robaba los pañuelos, la que le arrancó el moño a la Pepa, la que le arañó la cara a doña Malvina la protestanta... Suéltame tiorra pastelera, o de una mordida te arranco media cara. ¡Persona decente !... , que dejas un soldado pa tomar otro... que tienes ya el corazón como la puerta de Alcalá, de tanta gente como ha entrado por él... Ja, ja, ja... Loba, más que loba, so asquerosa, judía, con más babas que un perro tiñoso... cara de escupidera, zurrón, celemín de peinetas... verás qué recorrido te doy... así, así, y te arranco la nariz, y te escupo los ojos, y te saco todo el mondongo...». Por fin no eran voces humanas las que de sus labios llenos de espuma salían, sino rugidos de fiera sujeta y acorralada.

Lejos nuevamente de la escupidera volvió a salivar sobre la alfombra con cierto goce malicioso, que a pesar de su máscara indiferente y bonachona se le traslucía en la cara. Calderón tornó igualmente a nublarse y fruncirse hasta que, resolviéndose a saltar por encima de ciertos miramientos sociales, le acercó otra vez la escupidera sin tanto valor como antes, pues lo hizo con el pie.

Pachín el Guarro casi parece junto a ella un señorito. Al verla acercarse, dice él: ¿Qué traes, paloma? Na: lana sucia, una jícara, tres latas chicas y dos peras pochas. Guárdalas pa madre. ¿Y papel? Como un par de kilos. ¿Y tabaco? Eso , toma. Y la Mona sacó de la cesta el fondo de una escupidera de cristal rota, con lo menos diez colillas de puro..