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Yo gritó también: ¡Socorro, que un muerto quiere escaparse, socorro!... Pero Nanela y yo, como no pesábamos mucho, teníamos miedo de que, forcejeando con la rodilla, Tucker pudiera abrir la tapa del cajón... Yo no podía volver a echarle llave, por haber perdido el llavero... A nuestros gritos acudieron los guardianes y acudió mucha gente emparentada con los muertos de aquel cementerio.

Aquí los tenéis cayendo del cielo como los buitres. ¡A , los hombres rojos, a mi! ¡Acabemos con esta raza de perros! ¡Ah, ah! ¿Eres , Minau; eres , Rochart?... Y nombraba a los muertos del Donon con sangrientas burlas, desafiándolos como si estuviesen presentes; después retrocedía paso a paso, golpeando en el aire, lanzando imprecaciones, llamando a los suyos, forcejeando como en una refriega.

El pueblo suspende sus ritos, álzase un imponente murmullo, señal segura de un grave escándalo; el Imam enmudece asombrado; al murmullo sucede una amenazadora gritería, como siguen en la mar los bramidos de las olas á la susurrante brisa que anuncia las tempestades. ¿Qué intentan esos dos hombres temerarios que abriéndose paso por las apiñadas hileras se adelantan forcejeando hasta cerca del Santuario? ¿Qué palabras son las que vienen á proferir en este venerando recinto, interrumpiendo solemnes ceremonias, infringiendo leyes y tradiciones, desafiando las mas terribles prohibiciones y esponiendo la vida al justo furor de la escandalizada muchedumbre? ¡Oh abominacion! ¡oh delito monstruoso y nefando!

Y mujer macilenta, Forcejeando en ánsias ya mortales, Contra el lúbrico abrazo del falsario En sus horribles crápulas letales... Con sus órbitas huecas De carcomido sátiro en lujuria Que arranca, atroz, horripilantes muecas En la tragedia de bestial injuria. Así lanza Rizal su primer reto Al amor monacal en esqueleto... Y ya a Dámaso Ponce le vengaba Y a su historia infeliz se anticipaba.

Cayó de rodillas exhalando gemidos, y al ver á su padre forcejeando con Bailón, le dijo: «Papá, por Dios, no te pongas así. Resígnate... yo estoy resignada, ¿no me ves?... El pobrecito... cuando yo entré... tuvo un instante ¡ay! en que recobró el conocimiento. Habló con voz clara, y dijo que veía á los ángeles que le estaban llamando.

Este capón no tiene coyunturas, exclamaba el infeliz sudando y forcejeando, más como quien cava que como quien trincha. ¡Cosa más rara! En una de las embestidas resbaló el tenedor sobre el animal como si tuviera escama, y el capón, violentamente despedido, pareció querer tomar su vuelo como en sus tiempos más felices, y se posó en el mantel tranquilamente como pudiera en un palo de un gallinero.

¡Silencio! ¡Siéntate! ¡Calla! dijo Carlos Tomás, forcejeando rápidamente por desembarazarse del abrazo de su inoportuna visita. ¡Mírenlo! continuó el forastero, sin hacer caso del aviso y con la mayor despreocupación.

Un gigantesco caballero de Santiago llegó á escalar los últimos peñascos, y derribando á tres arqueros de otros tantos golpes blandía de nuevo la tajante espada, cuando le asió entre sus nervudos brazos el animoso Sir Oliver. Forcejeando furiosamente ambos enemigos, y rodando por el suelo en mortal abrazo, llegaron al borde de la elevada planicie y cayeron despeñados en el horrendo precipicio.

Tienes la cabeza llena de sangre. ¡Mi puesto está al lado del barón! rugió Roger, forcejeando inútilmente. Quédate aquí, te digo, y te quedarás á las buenas ó á las malas. Necesitarías alas para llegar á la galera. Esta se alejaba gradualmente. ¡Mirad qué valor, cómo se defienden, cómo atacan! continuó Tristán siguiendo los detalles de la lucha á bordo del pirata.

Observó que aumentaba la angustia de su pecho, como si se le oprimieran verdugos con ligaduras de acero; que «allá dentro» se formaba algo, como burbuja enorme, que se transformaba en oleada de sudor frío, que intentaba subir, y subía; y pasar por el istmo de la garganta, forcejeando allí para conseguirlo, porque no cabía..., y pasaba también, pero sin cesar de pasar; que subía otro tramo, y al llegar a los oídos silbaba y hervía y aporreaba; y que subiendo, subiendo, se precipitaba con el estruendo y la fuerza de un desbordado torrente, en las profundidades del cráneo...