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La estimación supersticiosa, profesada á los preceptos aristotélicos y á los de Boileau, delirio verdadero que ha influído en la literatura de todos los pueblos, con grave daño suyo, apartándola de la senda de su desenvolvimiento natural, ha sido extirpada hasta en los pueblos más obstinados en obedecerla; la traducción francesa de la dramaturgia de Schlegel, publicada poco después del original, demostró á muchos, hasta en la patria del clasicismo moderno, la importancia de las antiguas preocupaciones, y preparó el camino á los románticos, cuyo triunfo fué completo en breve.

Pero no pensaba entonces Martínez de la Rosa en romper las cadenas del clasicismo, sino que, al contrario, en el año de 1822 expuso en su Poética este sistema en su forma más rigorosa, y en la comedia La niña en casa y la madre en las máscaras, escrita hacia esta fecha, se sometió por completo á las limitaciones introducidas por Moratín.

En el prólogo de su poema narrativo El moro expósito, demuestra con tanta claridad como elocuencia la índole arbitraria y absurda del llamado clasicismo, que cubre como el moho á las flores de la poesía, y habiendo contribuído indudablemente, y no en parte poco considerable, con sus palabras persuasivas, á derruir ese sistema importado de otros países.

De resultas de una discusion comparando el romanticismo y el clasicismo, el busto de Molière salió desterrado del nido, y aún me parece leer sobre sus paredes la quintilla escrita con carbon un dia que se recordaron las burlonas censuras de Moratin al autor de La vida es sueño.

Cuando se tropezaban en la puerta, D. León le miraba desde lo alto de su clasicismo y le decía sonriendo: bon jour monsieur, con acento que rebosaba de ironía. «Estos franchutes, decía al tiempo de sentarse, son todos afeminados; no sirven más que para tenores y bailarinesAmaba la virilidad y la energía en sus discípulos y gustaba de que tuviesen rasgos de independencia, aunque fuese a expensas de la disciplina: cuando un muchacho sufría impasible los golpes y se negaba por terquedad a ejecutar cualquier cosa, esto era lo que le encantaba a don León. «¡Bien, hombre, bien! exclamaba, así me gusta; los hombres no deben llorar aunque se vean con las tripas en la mano; has faltado a la obediencia pero has sufrido el castigo con entereza; a no te hubieran arrojado en Esparta de la roca como a otras mujerzuelas que hay en la clase!» Y echaba miradas de soberano desdén a ciertos individuos.

Las famosas unidades, que han de anudar la acción trágica, y que se miran como pináculo y eje de la verosimilitud, han producido ahora, como en tantos otros casos, un resultado opuesto, amontonando inverosimilitudes, que indicaremos, puesto que lo merece el mal comprendido clasicismo, vivo todavía en Francia.

El frío clasicismo agostaba en flor los ingenios, que educados en la retórica francesa, y siguiendo los principios del prosaico Montiano, del rígido Luzán, del insoportable Hermosilla, no atinaban á utilizar los elementos poéticos que en aquel tiempo nuestra sociedad les ofrecía.

Moratín se limita de ordinario á dar un catálogo de los dramas españoles más antiguos, y á indicar á veces sus argumentos; pero no imprime á estos materiales una forma histórica, ni sus juicios críticos merecen otra calificación que la de decisiones arbitrarias, hijas del absurdo clasicismo francés. No es extraño, pues, que en el primer libro de esta obra me haya esforzado en enmendar sus yerros.

En cuanto al amor romántico, si bien comenzaba en la forma más pura y conceptuosa, solía degenerar en afecto clásico; porque, a decir la verdad, la imaginación de aquellos soñadores era mucho menos fuerte y constante que la natural robustez de los temperamentos, ricos de sangre por lo común; y el ciego rapaz, que nunca fue romántico, hacía de las suyas como en los tiempos del Renacimiento y del mismo clasicismo, y como en todos los tiempos; y, en suma, según confesión de todos los tertulios de la tienda de Cascos, la moralidad pública jamás había dejado tanto que desear como en los benditos años románticos; los adulterios menudeaban entonces; los Tenorios, un tanto averiados, que quedaban en la ciudad, en aquella época habían hecho su agosto; y en cuanto a jóvenes solteras y de buena familia, se sabía de muchas que se habían escapado por un balcón, o por la puerta, con un amante; o sin escaparse se habían encontrado encinta sin que mediara ningún sacramento.

Su clasicismo es un término medio entre el de moda en Francia, y el nuevo romanticismo alemán, si bien informado por más altas ideas, que no le hacen transacción, sino síntesis. No quiere Goethe la mera imitación, ni tampoco la fantasía pura y libre, sino ambas facultades enlazadas, de cada uno de cuyos ejercicios nace una manera, mientras que de la unión de ambos procede el estilo.