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A pesar de esto, siguió toreando a la fiera y apartándola de los picadores en peligro. Al principio, sus lances pasaron en silencio. Luego, el público, ablandándose, le aplaudió débilmente. Cuando llegó el momento de la muerte y Gallardo se plantó ante la fiera, todos parecieron adivinar la ofuscación de su pensamiento.

Atribuía su poco éxito en el mundo a descuido, desprecio o desdén que don Braulio tenía de todo lo práctico, a cierta falta de estímulo que notaba en su alma, y se inclinaba a creer que si ella estimulaba y aguijoneaba el alma de su marido, apartándola de vagos ensueños y de teóricas distracciones, que a nada conducían, aun era posible que le viese de Ministro de Hacienda, o por lo menos de Director de Rentas Estancadas.

La estimación supersticiosa, profesada á los preceptos aristotélicos y á los de Boileau, delirio verdadero que ha influído en la literatura de todos los pueblos, con grave daño suyo, apartándola de la senda de su desenvolvimiento natural, ha sido extirpada hasta en los pueblos más obstinados en obedecerla; la traducción francesa de la dramaturgia de Schlegel, publicada poco después del original, demostró á muchos, hasta en la patria del clasicismo moderno, la importancia de las antiguas preocupaciones, y preparó el camino á los románticos, cuyo triunfo fué completo en breve.

Basta, basta dijo al cabo apartándola suavemente. ¡Que me vas á gastar la figura, hija mía!... Ya ves, soy poco y me vas á dejar en añadió riendo. Para lo eres todo, la ciudad de Cádiz, el Puerto, San Fernando y el arsenal no valen lo que este bigotito negro tan suave como la seda. Y se lo atusaba con la punta de los dedos, clavándole al mismo tiempo una mirada de adoración infinita.

Al expresarse de este modo, poseído de súbito furor, se puso en pie, y antes de que Benina pudiera darse cuenta del peligro que la amenazaba, descargó sobre ella el palo con toda su fuerza. Gracias que pudo la infeliz salvar la cabeza apartándola vivamente; pero la paletilla, no.

Su frente se arrugó fuertemente. Mira, déjalo, déjalo... Esperaremos que venga el médico dijo cogiéndola por la muñeca y apartándola suave, pero firmemente. Ventura le miró sorprendida. ¿Por qué? Por nada. Déjalo, déjalo replicó abrochándose de nuevo la camisa y tapándose con la ropa. Venturita se quedó con las tijeras en la mano mirándole fijamente, en actitud confusa.

Era capaz de perder su fortuna por ella, de afrontar peligros de muerte, pero apartándola á continuación con el pie si intentaba influir en su existencia.

Pero junto con aquella pregunta, y apartándola casi por completo, nacía en su alma la visión de su antigua casa y la de las viejas calles que conducían al Patio de la Linterna. Y aquella visión contenía otra; la de los pensamientos que había tenido cuando ocurrieron aquellas escenas lejanas.