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El frío clasicismo agostaba en flor los ingenios, que educados en la retórica francesa, y siguiendo los principios del prosaico Montiano, del rígido Luzán, del insoportable Hermosilla, no atinaban á utilizar los elementos poéticos que en aquel tiempo nuestra sociedad les ofrecía.

Como, por ejemplo, la de Gerona del año 1475. Blas Nasarre, y después de él Luzán, Velázquez y Jovellanos, hablan de una representación dramática celebrada para solemnizar estas regias bodas; pero á no indicarse la fuente de donde proviene esta noticia, no hay motivo bastante para darles entera fe.

En este error nos cabe gran parte de culpa. Nosotros mismos nos hemos empeñado en probar que murió el antiguo pensamiento español castizo, y que desde Luzán en adelante Francia nos ha inspirado y nos ha pulido. Nada más falso si discurrimos sobre ello con tino y reposo.

De todas maneras es equivocada la afirmación de Nasarre, Luzán y Lampillas, de que se representó una pieza de Encina en las bodas de D. Fernando y Doña Isabel; pues además de que, como dijimos antes, hay razones para dudar, que con este motivo se hiciese representación alguna, se deduce claramente de su Tribagia que no podía haberlas escrito hacia esa época, pues dice en ella que en la primavera de 1519 tenía sólo cincuenta años, y en este caso debió nacer hacia el año de 1469, justamente cuando se celebró ese himeneo.

Pero éstas fueron sólo tentativas débiles y aisladas, ligeras escaramuzas con los defensores del gusto antiguo, siendo Ignacio de Luzán el primero que, armado en toda regla y con banderas desplegadas, se presentó en el campo á dar la batalla. Este personaje nació en Zaragoza el año 1702; se había educado en Italia, y estudiado allí la literatura francesa é italiana.

Otros poetas dramáticos. Esfuerzos hechos por los críticos afrancesados. Luzán, Blas Nasarre, Montiano y Luyando.

Parece que allí tenían buena acogida ciertas fórmulas del decir que nuestro joven había aprendido con su maestro de Humanidades de Tudela, varón docto de la escuela pura de Luzán. El joven tenía, sin embargo, el instinto de la elocuencia tribunicia, seca, rotunda, incisiva, desnuda.

Luzán, en tono de oráculo, dice por cuenta propia, que en las comedias no deben figurar reyes ni príncipes, ni en la tragedia gente de las clases más bajas del pueblo; que el lenguaje no debe diferenciarse en nada, mientras sea posible, del usado en la vida ordinaria; que el teatro no ha de quedar vacío un solo instante, y que todos los personajes, antes de presentarse ó salir, han de explicar claramente las causas porque lo hacen, etc.

En general, sin embargo, Luzán se arroga el papel de legislador teórico del Parnaso, y sólo á la ligera hace la crítica de la literatura española.

El sentido común, ordinario era para Luzán la norma y la regla del poeta, y lo útil y lo dulce el fin de toda poesía. El teatro, en su concepto, debía ser una especie de establecimiento de beneficencia, como si dijéramos una casa de expósitos ó un asilo.