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Di. ¿Por dicha es nuestro alfaquí, Que compone los casados? El habla entre su canalla; Que aquí no si conmigo Osara el perro enemigo Cuerpo a cuerpo hacer batalla: Que no hay una hormiga en él, Ni en otros diez, para Arráez. NARV. Aquí tienes a Narváez, Moro villano y cruel. Desnuda presto la espada. ARR. ¡Ay de ! Vendido soy. Señor, a tus pies estoy, Y te la rindo envainada.

No si D. Sancho se encargó de hinchir las cisternas, porque á Juan Andrea pedí que lo mandase á los de su cargo de la mar, y él lo mandó, creo, á D. Sancho y D. Berenguel; pero que, como cosa que tanto importaba, estuve muchas y diversas veces todas las horas del día á verlas hinchir, y que venían muchos barriles con la mitad del agua, que fué causa de dilatarse la estada allí, y la verdad es que se hincheron, aunque de espacio, y que la de fuera del castillo se vació dos palmos y cerca de tres, y con todo esto, si nuestra armada no se perdiera, que quedaba demasiada agua para la gente que dejaba, hasta las primeras del invierno, demás que no osara la armada desembarcar su gente, como dicho es, y si lo hiciera se perdiera, lo cual lo confiesan los mismos turcos.

Muchos, como don Alonso, recelaban de sus propios labios durante el sueño, y evitaban adormirse en los sillones, entre el paso de la servidumbre. Toda altivez era funesta y el mismo silencio no era seguro. Ne contumax silentium, ne suspecta libertas. La idea temblaba en el cerebro, y no hubo pluma que osara estampar lo que el alma ocultaba en su cripta más honda.

Isidora le observó con tanta lástima como sorpresa, diciendo: «¡Padrino...!». Relimpio la miró como se mira una visión celeste, y poniendo los ojos en blanco, todo suspenso y como transportado a una esfera ideal por el delirio de la inspiración poética, murmuró con arrullo estas palabras: «¡Hurí, hurí..., nadie osará ya mancillar tu blancura!

«Es de maravillarse decía que, siendo aquí vieja costumbre atormentar a los nuevos con las más crueles invenciones, así que yo penetré en el claustro, mirando a todos muy ásperamente, la mano puesta en la guarnición de la espada y haciendo arrastrar a lo bravo la rodajilla, no hubo ninguno que osara menearse. No de qué suerte; pero todos conocen mi hazaña con los moriscos.

Si el puntilloso honor de nuestra casta no se hubiese trocado, agora, en acoquinamiento y bajeza, ¿quién osara tales atrevimientos? ¡Ea!: mostremos que de algo vale aquella sangre delicada que heredamos de nuestros mayores. Es tiempo ya de resoluciones varoniles. Perdamos, si es preciso, la vida en la demanda, antes que la honra.

Apeóse la duquesa, y, con un agudo venablo en las manos, se puso en un puesto por donde ella sabía que solían venir algunos jabalíes. Apeóse asimismo el duque y don Quijote, y pusiéronse a sus lados; Sancho se puso detrás de todos, sin apearse del rucio, a quien no osara desamparar, porque no le sucediese algún desmán.

El profesor había contestado que no podía encargarse de este servicio sin una orden expresa del gobierno, y el jefe se la había prometido para más adelante, dejando el asunto en tal estado. La promesa de una orden del gobierno es falsa, gentleman añadió Flimnap . Ningún señor del Consejo Ejecutivo osará firmarla.

7 Ciertamente apenas muere alguno por un justo; porque por lo bueno puede ser que alguno osara morir. 8 Mas Dios encarece su caridad para con nosotros, en que siendo aún pecadores, el Cristo murió por nosotros. 9 Luego mucho más ahora, justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.

Todo lo que hay de civilizado en la ciudad está bloqueado por allí, proscripto afuera, y el que osara mostrarse con levita, por ejemplo, y montado en silla inglesa, atraería sobre las burlas y las agresiones brutales de los campesinos. Estudiemos ahora la fisonomía exterior de las extensas campiñas que rodean las ciudades y penetremos en la vida interior de sus habitantes.