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Vanse, y sale DON TELLO, de caza; y CELIO y JULIO, criados. D. TELL. Tomad el venablo allá. CELIO. ¡Qué bien te has entretenido! JULIO. Famosa la caza ha sido. D. TELL. Tan alegre el campo está, Que sólo ver sus colores Es fiesta. CELIO. ¡Con qué desvelos Procuran los arroyuelos Besar los pies a las flores! D. TELL. Da de comer a esos perros, Celio, así te ayude Dios.

Elvira se interpuso, dispuesta a recibir las heridas y salvar a su padre. Plácido dejó caer al suelo el venablo. La humillación le hizo verter amargas lágrimas. El feroz D. Fruela, lejos de apiadarse, le azuzó los perros para que le devoraran, y ordenó a los monteros que disparasen contra él sus agudas flechas. ¡Sálvate, Plácido, sálvate! dijo entonces Elvira.

El uno es lograr que los amigos del Duque le hagan traición... Prescinda usted de ese medio dijo Sarto. Veamos el otro. ¡Pues el otro dije, es ni más ni menos que un milagro del Cielo! Grande hubiera sido la sorpresa del buen pueblo ruritano si hubiera podido oír la conversación que acabo de transcribir, porque según las noticias oficiales yo me había herido con un venablo durante una cacería.

Céfalo, después de matar con un venablo á su querida Procris, exclama así: República celestial, Aves, peces, fieras, hombres, Montes, riscos, peñas, mar, Plantas, flores, yerbas, prados, ¡Venid todos á llorar! Coches, albardas, pollinos, Con todo vivo animal; Pavos, perdices, gallinas, Morcillas, manos, cuajar, ¡Procris murió! Decid, pues: ¡Su moño descanse en paz!

Apeóse la duquesa, y, con un agudo venablo en las manos, se puso en un puesto por donde ella sabía que solían venir algunos jabalíes. Apeóse asimismo el duque y don Quijote, y pusiéronse a sus lados; Sancho se puso detrás de todos, sin apearse del rucio, a quien no osara desamparar, porque no le sucediese algún desmán.

Cambia entonces la escena, representando una agreste montaña. D. Ramón, que como la Reina, vive largo tiempo en la soledad, atraviesa fugitivo el teatro, cubierto con pieles de fiera, y tras él D. Martín vibrando su venablo de caza. Después que se reconocen ambos hermanos, acuerdan que D. Ramón atraiga al Rey á una escarpada peña, y que D. Martín lo precipite desde ella en el abismo.

Una lluvia de infamantes latigazos cayó sobre sus espaldas. D. Fruela le había sorprendido, le castigaba y le afrentaba furioso. La jauría de sus podencos y lebreles y sus monteros se acercaban ya. Afrentado el mozo, aunque en edad tan tierna, no reflexionó en el peligro ni en lo desigual de la lucha, y venablo en mano se lanzó contra D. Fruela para matarle.

Aquel cuerpo fornido e incansable; aquellas guedejas estoposas, aquel palo pinto, que en su diestra remedaba un venablo; aquel paraguas azul que, bajo su brazo izquierdo, podía tomarse por un haz de flechas envenenadas; aquella mandíbula saliente; aquel mirar poderoso e imperturbable; aquella faz montuna y atezada... ¡oh! escarbando un poco en todo aquello, no había duda, resultaba el cántabro primitivo.

Lo mesmo hizo el duque con su venablo; pero a todos se adelantara la duquesa, si el duque no se lo estorbara.

Sepan vuesas mercedes que toda mi hacienda queda puesta desde hoy al servicio de esta demanda. Y si el caso lo pide, hareme subir en silla a la muralla, que aún puede mi diestra disparar un venablo. Al escuchar aquella voz, el Canónigo y Ramiro se buscaron uno a otro en la obscuridad. ¡Don Íñigo! ¡Válame Dios! exclamó el Lectoral asiendo del brazo a su discípulo.