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¿De qué hijo? interrumpió el padre vicario, que aún no quería creerlo. ¿De qué hijo ha de ser? Estoy perdida, frenéticamente enamorada de D. Luis. La consternación, la sorpresa más dolorosa se pintó en el rostro del cándido y afectuoso sacerdote. Hubo un momento de pausa. Después dijo el vicario: Pero ese es un amor sin esperanza: un amor imposible. D. Luis no te querrá.

Como Cervantes pintó con la pluma, Velázquez escribió con el pincel. Las aventuras de un pobre loco, unos cuantos cuadros, rescataron para la Patria la gloria perdida por los más altos poderes del Estado. AP

Como muestra de la incuria de nuestros abuelos y de lo incompletas que son las noticias referentes a Velázquez reunidas por Palomino, basta decir que éste cita Las Lanzas con sólo estas palabras: «En este tiempo pintó también un cuadro grande historiado de la toma de una plaza por el señor don Ambrosio Espinola, para el salón de las comedias en el Buen Retiro, con singular eminencia

Veamos las otras dos composiciones que pintó de asunto cristiano, y nos persuadiremos de que sin dejarse absorber por el ascetismo lúgubre que dominó a sus contemporáneos, sabía expresar poética y severamente lo religioso.

Su hermano D. Carlos vivía en una casa de trapo viejo. ¡Jesús! ¡Córcholis! Y qué cosas se ven por esas tierras.... Yo también me buscaré una casa de trapo viejo. Y después tuvo que ser barbero para ganarse la vida y poder estudiar. Miá ... yo tengo pensado irme derecho a una barbería.... Yo me pinto solo para rapar.... ¡Pues soy yo poco listo en gracia de Dios!

¡De seguro! contestó la mujer y le pintó el sitio como si en él hubiera estado. Con la prision de Basilio, los sencillos y agradecidos parientes propusieron hacer toda clase de sacrificios para salvar al joven; pero como entre todos no reunían treinta pesos, hermana Balî, como siempre, tuvo la mejor idea. Lo que debemos hacer es pedir un consejo al escribiente, dijo.

Casi por los mismos meses haría otros dos retratos del Rey y de su primera esposa, doña Isabel de Borbón, ambos de medio cuerpo, que están en el Museo Imperial de Viena. En Madrid tenemos al Rey retratado por entonces dos veces. Esta figura de Felipe IV es una de las puestas y movidas con mayor elegancia entre todas las que pintó. La segunda en traje de gala y a caballo.

Traía las manos metidas en los bolsillos del chaquetón, un garrote pinto y nudoso debajo del brazo izquierdo, y en la boca una pipa ahumando. El primero que le conoció fue el señor de Provedaño, que iba de los más delanteros entre nosotros. Se detuvo un instante para mirarle con la mano de canto sobre la frente, y se detuvo también el otro con los ojos sombríos e imperturbables clavados en él.

Miguel lloraba y reía a un mismo tiempo. En otra ocasión el hijo del brigadier, que dormía en la misma sala que Mendoza, se levantó por la noche, y con un pedazo de nitrato de plata que se había procurado, le pintó las manos mientras se hallaba dormido. Al día siguiente Mendoza le preguntó muy apenado lo que serían aquellas manchas.

De esta traza me la pintó cuando vino a darme cuenta de sus proyectos matrimoniales, y a tomar posesión, en pura chanza, de la pobreza que le correspondía por herencia libre de tus abuelos. Fuese a los pocos días de haber venido, y no he vuelto ni volveré a verle más en la tierra. Dios le tenga en eterno descanso.