United States or Monaco ? Vote for the TOP Country of the Week !


En orden á esto hicieron que se escondiesen algunos junto al camino estrecho de una selva por donde habían de pasar los enemigos, y aquí escondidos esperaron hasta que entraron ya por esta senda estrecha, contra quienes luego que fueron descubiertos por entre los árboles, jugaron á su salvo sus flechas envenenadas con ponzoña tan activa, que de recibir la herida á caerse muertos era muy poco lo que pasaba.

Desempeñaba el papel de Yago con un arte feroz. Solamente que era á Desdémona á quien dedicaba sus envenenadas confidencias. Todo lo que tu ciega confianza le hacía saber de tus negocios ó de tus placeres, venía á repetírmelo. Yo quería alejarle, porque me torturaba, pero tenía sed de saber y me prestaba á sus delaciones creyendo aprovecharlas para conservarte.

Aquel cuerpo fornido e incansable; aquellas guedejas estoposas, aquel palo pinto, que en su diestra remedaba un venablo; aquel paraguas azul que, bajo su brazo izquierdo, podía tomarse por un haz de flechas envenenadas; aquella mandíbula saliente; aquel mirar poderoso e imperturbable; aquella faz montuna y atezada... ¡oh! escarbando un poco en todo aquello, no había duda, resultaba el cántabro primitivo.

A veces, cuando con palabras envenenadas y corrosivas profanaba, vilipendiaba, destruía su fe; cuando le demostraba que nada existe fuera del mal; que los únicos remedios son el hierro, el fuego, la muerte; cuando la incitaba a dejarme, a traicionarme, a perderse, sentía operarse en mi interior una reacción violenta, y el llanto me acudía a los ojos. Pero yo ocultaba mis lágrimas.

Aunque los europeos tenían en su chalupa abundantes municiones, no era prudente empeñar una lucha contra cincuenta o sesenta salvajes provistos de flechas envenenadas. Huyamos dijo el Capitán . Ya que el camino está libre, remontemos el río. Volvieron donde estaba la chalupa y se embarcaron, poniendo las armas a su alcance para estar prontos a hacer fuego.

Ciertamente, cuando se piensa en ello, no puede concebirse género de existencia, que someta un alma á más envenenadas tentaciones, ni que sea más capaz de desenvolver y de aguzar en el corazón las concupiscencias de la envidia, de sublevar á cada instante las convulsiones del orgullo, de exasperar todas las vanidades y todos los celos naturales en la mujer.

Es que si fuera un perro ya estaría aquí, y esos ladridos ni se acercan ni se alejan. Es verdad, Capitán. Tened dispuestas las armas, y vamos a aclarar este misterio. Manteniéndose ocultos entre la maleza para no recibir a mansalva una lluvia de flechas envenenadas, entraron en el bosque, que estaba oscuro, pues ya iba a ponerse el sol.

¿Son muchos? preguntó Cornelio. Cuarenta, por lo menos respondió el Capitán. ¿Usan armas de fuego los papúes? Armas de fuego, no; pero flechas envenenadas con jugo del upas, y que lanzan muy diestramente con la cerbatana. También usan lanzas y ciertas hachas pesadas, que llaman parangs, con las cuales, de un solo golpe decapitan a una persona. No hay, pues, que jugar con esos salvajes.

Gracias, chico. Tus espejos son muy particulares. ¡Y cuánto librote! A ver. ¡Jesús, que títulos! Todo Medicina. ¡Qué lástima de dinero empleado en esto! Tanto libro para no saber nada. Porque no sabes nada, Miquis; eres un ignorante, un tonto. Quizás estás diciendo la más profunda verdad que ha salido de esos labios, de esas envenenadas rosas. , soy un mentecato.

Viendo Izú el trance tan peligroso en que estaban las cosas, se puso en medio de sus paisanos, y pudo tanto con la eficacia de sus palabras, y mucho más con la gracia de Dios, que interiormente labraba en aquellos corazones bárbaros é inhumanos, que detuvo sus furias y apagó todo el odio; después, aunque muy nuevo en la fe, habló tanto de Dios y predicó de su santa ley, que aquellos bárbaros, así como estaban con las manos llenas de saetas envenenadas, se fueron llegando uno á uno al P. Lucas, y puestos de rodillas, con humilde reverencia, besaron las llagas del Santo Cristo.