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No satisfecho aun el Conde Duque, llevó su esplendidez hasta ordenar que se le hiciese un regalo que consistió en lo siguiente: 4 arrobas de higos de Córdoba. 24 barriles de conservas á 4 libras cada uno. 1 docena de barrilillos de agua de ángeles de á 3 cuartillos y medio cada uno.

¡Los salvajes!... ¡Ah, !... Bebamos sciam-sciú. ¡Bebamos! Te van a comer, ¡estúpido!... ¡A bordo! ¡A bordo! ¡Miserables! El chino balanceó estúpidamente la cabeza y comenzó otra vez su baile alrededor de los barriles, acompañándose con cánticos. Van-Horn lo echó a rodar de un tremendo puntapié.

Pero todo salió bien, cayeron en nuestro poder el rey Juan y su hijo, Nelson y yo descubrimos un carro con doce barriles de vino generoso destinado á la mesa del rey... y no cómo fué, muchachos, pero os aseguro que no me acuerdo de lo que sucedió después, ni tampoco pudo recordarlo Nelson. ¿Y al día siguiente?

Todos aquellos hombres, al saltar en tierra, me miraron. Particularmente uno, joven y buen mozo, que llevaba banda de seda sobre la coraza, me miró con más fijeza que los otros, y se detuvo. Los restantes se encaminaron á la aldea, y los marineros se pusieron á llenar de agua unos barriles que traían en la lancha, en una fuente que había en la playa.

Esto pasaba en una pequeña sala interior de la Fontana, donde el amo tenía algunos centenares de botellas vacías, y dos ó tres barriles, vacíos también, con gran sentimiento, de Curro Aldama. Cuando Lázaro concluyó su relato, se sintió el ruido de aplausos y las voces entusiastas que resonaban en el recinto del café. Hablaba con mucha elocuencia Alfonso Núñez.

Sucedía esto allá en Cádiz, en una taberna del Campo del Sur, no lejos de Capuchinos, frente al mar Océano. Para entrar en la tienda era menester subir tres escalones. Cerca de la entrada, á mano izquierda, estaba el mostrador: detrás de él la gran estantería repleta de botellas. Á un lado toneles y barriles y terciados sobre éstos varios zaques de vino.

Se puede aligerar la nave, Capitán dijo el piloto . Tenemos en la estiba más de veinte barriles de agua y quince toneladas de lastre. Lo echaremos todo al agua. Que uno de nosotros vigile en el puente, al lado de la lantaca, para que no nos sorprendan los feroces antropófagos. Dejaremos a Lu-Hang dijo Cornelio. ¿A ése? exclamó el Capitán arrugando el entrecejo.

Al fondo se veían unos cincuenta barriles apilados en forma de pirámide, y a los lados, gran cantidad de barras de plomo y sacos de tabaco, cuyo fuerte olor impregnaba el aire. Marcos había dejado la linterna a la entrada de la bóveda y miraba su guarida con la cabeza levantada y la sonrisa en los labios.

La noche siguiente inviaron al mismo por ver si estaban allí los barriles; no hallándolos, pasó adelante; vió salir del campo de los enemigos nueve caballos con dos antorchas encendidas; metiéronse adentro, en la isla; él se acercó á sus trincheas sin que nadie le sintiese ni viese; había gran silencio en el campo; parescióle que dormían todos; tocóles arma y vió que acudían todos á la marina huídos.

»Cerca de mediodía podría ser cuando nos echaron en la barca, dándonos dos barriles de agua y algún bizcocho; y el capitán, movido no de qué misericordia, al embarcarse la hermosísima Zoraida, le dio hasta cuarenta escudos de oro, y no consintió que le quitasen sus soldados estos mesmos vestidos que ahora tiene puestos.