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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Después de romper los barriles de carne salada y de comerse las conservas, cuyas cajas se veían esparcidas por el suelo, embistieron con el sciam-sciú del Capitán y se emborracharon por completo.
Varios de ellos, testarudos, como todos los borrachos, se resistían a embarcarse, tratando de acercarse a los barriles para beber un último sorbo. Los cuatro holandeses iban ya a traer a las chalupas a los demás chinos, cuando los salvajes, que desembocaban ya por las dos gargantas, entraron en el campamento con ímpetu irresistible.
El inglés quiere moneda; la tendrá, y bien caliente, tanto que, saliendo de nuestros cañones, parecerán más bien lingotes de bronce que buenos escudos de España... ¡Subid las piastras!... ¡las piastras! Esta idea electrizó a la tripulación. El maestro Durand se precipitó hacia el pañol y bien pronto aparecieron tres barriles sobre el puente, unos ciento cincuenta mil francos aproximadamente.
Se oyen los sones de una música lejana. Una noche estrellada de primavera. Un viejo jardín salvaje, limitado por un ancho foso. Una escalinata ennegrecida y casi en ruinas. Sobre las copas de los árboles se alza la masa sombría del castillo. Todas las ventanas están iluminadas. Sobre el muro almenado acaban de encender barriles de alquitrán, que lanzan fulgores siniestros.
Vamos gritó Divès ; el tiempo vuela. ¡En marcha! ¡En marcha! Todos salieron. Los contrabandistas condujeron el furgón, que contenía varios millares de cartuchos y dos barriles de aguardiente, a trescientos pasos de allí, en medio del valle, y desengancharon los caballos. Vosotros, seguid marchando gritó Marcos al resto de la caravana ; dentro de pocos minutos os alcanzaremos.
En ciertos pasos estrechos, el remo no puede abrirse paso; el mar constituye una masa sólida. Millones y más millones, ¿quién sería osado á contar el número de esas legiones? Dícese que en una ocasión, cerca del Havre, halló un pescador en sus redes ochocientos mil arenques, y en un puerto de Escocia se pescaron once mil barriles en una sola noche.
Así es que yo siempre digo, el señor Haz-tu-gusto es el mejor marido y el solo a que deseo obedecer. Yo sé que no es agradable cuando se ha estado acostumbrado a vivir holgadamente y a cuidar los barriles de cerveza, así como otras cosas parecidas, el ir a meter las narices en casa ajena o sentarse sola a la mesa, delante de un cogote de carnero o de un jarrete de buey.
Estaba cargada de barriles de aguardiente y pilones de azúcar blanquísima, cuyos cristales, heridos por el sol, centellaban con diamantinas luces. Los animales, entornados los ojos, parecían dormitar. El buey de la izquierda, un hermoso buey sardo permanecía inmóvil; el otro, blanco, manchado de negro, se azotaba el lomo con la cola para espantar las moscas que le hostigaban.
"El tercero: para hallar agua fresca, si es posible, con hacer pozos ó cualquier otro modo, y cuando llueva á llenar todas las pipas y barriles, y para tenerlos afuera del sol para que no se caigan en piezas, y tambien que no se descubran por los indios. "El cuarto: para no ir muy lejos de la casa, sin tener cada hombre su escopeta ó trabuco bien limpio y cargado pronto.
El jefe de los pescadores y el contramaestre, agarrados del brazo, bailaban en torno de los barriles, declamando versos chinos. Ninguno de aquellos beodos se acordaba de los salvajes, ni mucho menos del Capitán y sus compañeros, a quienes daban ya por muertos y asados. Van-Stael, arrebatado de furor, se lanzó en medio de aquella patulea de borrachos, gritando: ¡Miserables! ¿Qué habéis hecho?
Palabra del Dia
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