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Hablo con el héroe muchas noches, y está contento de verme en el buen camino. Miguel Fedor y el coronel se dieron cuenta, apenas llegados, de los extraños visitantes que frecuentaban el palacio. A los melenudos terroristas de otros tiempos habían sucedido numerosas echadoras de cartas, pitonisas, videntes y tétricos profesores de ciencias ocultas.

que no conoce el asco, ni el ruido, ni el miedo, ni los guantes, ni el charol, no debe aburrirse nunca en el campo, ó no hay en él seres felices; afirmación que negarán los poetas melenudos, de báculo y zampoña, y los novelistas sobrios, ascéticos y filósofos.

Todo se paga con bonos, o se arreglan cuentas en el despacho del mayordomo al final del viaje. ¡Y este tiempo de primavera! ¡Y este buque que es una isla!... Nunca me he visto en otra: ni en Madrid, cuando me convidaban a comer los políticos de segunda clase para que escribiese bien de ellos; ni en París, cuando hacía traducciones españolas para las casas editoriales y engañaba el hambre en los bodegones del Barrio Latino... ¡Y pensar que doña Margarita mi patrona, con un cariño que data de ocho años, rezará por el pobre don Isidro que va navegando por los mares! ¡Y pensar que a estas horas, en nuestro café de la Puerta del Sol, se preguntarán aquellos chicos melenudos que lo saben todo y no han visto el mundo por un agujero: «¿Qué será del sinvergüenza de Maltrana?». Y el más gracioso contestará seguramente: «Debe estar en la panza de un tiburón...». ¡Pobrecitos!

Son sus voces cual las dulces de princesas medievales En el fondo de castillos imponentes encerradas, Que inspiraron a los bardos melenudos de Provenza Los más dulces madrigales arrancadas de sus arpas.

La de Lubimoff estaba en una de sus buenas épocas; no creía por el momento en castas y privilegios; hasta habría dado dinero á los melenudos que la visitaban años antes, y aceptó con silenciosa tolerancia los desmesurados planes de su amiga. El príncipe iba comunicando sus impresiones al coronel. Demasiado señorita. Me gustan más las otras.

Al otro día, sábado, se jugaba a las cartas en casa del inspector... Y en lugar de estar en su casa, tiritaba de frío allí, en aquella maldita callejuela, ante aquella maldita casa, albergue de estudiantes melenudos. ¿Qué había ido a hacer en tal sitio? De repente, se abrió la puerta de la casa y se volvió a cerrar con violencia, después de dar paso a dos estudiantes.

Los visitantes de Julio, jóvenes melenudos que hablaban de cosas que ella no podía entender, eran algo descuidados en sus maneras... Más adelante encontró mujeres ligeras de ropas, y fué recibida por su hijo con mal gesto. ¿Es que mamá no le permitiría trabajar en paz?... Y la pobre señora, al salir de su casa todas las mañanas, iba hacia la rue de la Pompe, pero se detenía en mitad del camino, metiéndose en la iglesia de Saint-Honorée d'Eylau.

Fue ella a buscarle a la botica a la hora concertada, y no le encontró. «Ha ido a cortarse el pelo le dijo Ballester, ofreciéndole una silla . Con las murrias de estos últimos tiempos, el pobre chico no caía en la cuenta de que se iba pareciendo a los poetas melenudos... Le he mandado que se trasquilase esta misma tarde.

Le imponía tanta magnificencia: la escalera toda de mármol, con dos leonazos melenudos al pie, a derecha e izquierda, las fauces abiertas, como si quisieran tragarse al incauto visitante; en el primer descanso, plantas exóticas; arriba, una vidriera de colores, y cuando la puerta se abría, veíase lujoso recibimiento, con estatuas y cuadros.

En un mismo día charlaba de mujeres, juego y caballos con la juventud desocupada y elegante de los clubs aristocráticos; luego pasaba la tarde en el pobre estudio de algún artista «independiente y desconocido», tuteándose con melenudos de botas destrozadas que tal vez no habían almorzado; asistía después a un , donde flirteaba con damas de fama contradictoria, y comía en un palacio o en una taberna de bohemios, puesto de frac, para ir luego al Teatro Real.