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Me acuerdo, en efecto, del tiempo... ¿Qué hombre no ha sido presa alguna vez de los errores de la adolescencia frívola, crédula y desocupada?... El roce de un vestido o de un chal, el movimiento de una pluma flotando entre los cabellos de una mujer, el juego de luz que centellea sobre la pedrería de su peinado o de su pecho, la melodía de una voz de ángel que el viento hace llegar de lejos, a través de todos los ruidos y cuyo sonido vibra largo tiempo, la menor cosa basta entonces para absorber todos los pensamientos y para suspender toda la existencia.

Las amigas de Luz y el novio de la mayor, desde la noche del baile se bebían los vientos olfateando noticias del aparecido en el salón, por supuesto que con la mejor de las intenciones; pero nada averiguaban de fundamento, aunque por la playa corrían ya las versiones más estupendas y contradictorias acerca de la procedencia y vicisitudes del novio de Luz; que por esto solo, es decir, por ser el novio de la bañista más hermosa y más visible de cuantas por allí se exhibían, tenía el triste privilegio de atraer sobre todos los rigores de la curiosidad desocupada.

A sus espaldas, dos pequeños departamentos recibían la luz de un patio interior, teniendo como único medio de comunicación la escalera de servicio, que ascendía hasta las buhardillas. Argensola, al quedarse en el estudio durante el viaje de su compañero, había buscado la amistad de estos vecinos de piso. La más grande de las habitaciones se hallaba desocupada durante el día.

Sonó el rugido de la chimenea, que indicaba la hora de mediodía. ¡A almorzar!... Abajo, en el comedor, Fernando sintió crecer su inquietud al ver que se llenaban todas las mesas y la de Maud seguía desocupada. Sucedíanse los platos; el almuerzo tocaba a su fin, y ella sin aparecer.

A menudo, cuando Marta, meditabunda, miraba fijamente frente a ella, él la observaba de reojo, meneaba la cabeza, exhalaba un suspiro, salía del cuarto cerrando la puerta con estrépito. Pero cualesquiera que fuesen los sufrimientos que padecía, su trabajo no se resentía de ello; de tan lejos como la recuerde, jamás la vi un segundo desocupada.

Tratábase de saber quién sería capaz de tragarse más sopas de leche, si los galgos enjutos é insaciables de uno de los contratistas ó los barrenadores de otro, muchachotes fornidos de Castilla, de estómago sin fondo, que nunca creían llegado el momento de levantarse de la mesa. Toda la gente desocupada del distrito acudió á presenciar el espectáculo.

En un mismo día charlaba de mujeres, juego y caballos con la juventud desocupada y elegante de los clubs aristocráticos; luego pasaba la tarde en el pobre estudio de algún artista «independiente y desconocido», tuteándose con melenudos de botas destrozadas que tal vez no habían almorzado; asistía después a un , donde flirteaba con damas de fama contradictoria, y comía en un palacio o en una taberna de bohemios, puesto de frac, para ir luego al Teatro Real.

Villavieja es un poblachón negro y antiguo, sucio y desmantelado, con mucha gente desocupada, unos señores muy raros, unas señoritas muy cursis y otras muy estrafalarias. También hay personas muy apreciables; pero pocas.

Después del asesinato de Valentín, Fausto se queda tan fresco, y para distraerse, se larga al aquelarre á bailar un fandango con varios brujas jóvenes, altas de pechos y ademán brioso. Margarita, entretanto, ha acudido con muchas comadres del barrio y otra gente desocupada, á ver morir á Valentín, que le echa un largo discurso, llamándola metze, coram pópulo, por si alguien no se había enterado.

Se la daré y aprovecharé la ocasión para darle un desengaño dijo doña Clara, como obedeciendo á un pensamiento repentino. Pues bien, tomad; guardadlo y hablemos de otra cosa. Del cambio que me han dicho se ha efectuado en palacio. Ha pasado tanto en mis asuntos propios dijo doña Clara , he estado tan poco desocupada en todo el día, que no he tenido tiempo para pensar en nada...