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El ingeniero había aceptado los hechos, juzgándolos irreparables, y en aquel momento sólo pensaba en rehacer su vida. No; mejor es separarse continuó ella . Mañana nos veremos. buscarás otro sitio más discreto. Piensa; encontrarás solución á todo. Pero él deseaba la solución inmediata. Habían abandonado sus asientos, dirigiéndose lentamente hacia la rue des Mathurins.

Sebastián Zamet, ó Zametto, italiano, zapatero de Catalina de Médicis, por la protección de ésta y sus condiciones de intrigante, llegó á ser de los más ricos capitalistas de Francia, confidente de Enrique IV, á quien prestaba servicios de complacencia. Fabricó hotel magnífico, rue de Cérisaie, cerca del Arsenal; daba en él suntuosos banquetes.

Ella bailaba la danza de moda, frecuentando los «té-tango» donde era admirado Desnoyers. ¡Verse de pronto al lado de este hombre célebre é interesante que se disputaban las mujeres!... Para que no la creyese una burguesa igual á las otras contertulias del senador, habló de sus costureros, todos de la rue de la Paix, declarando gravemente que una mujer que se respeta no puede salir á la calle con un vestido de menos de ochocientos francos, y que el sombrero de mil, objeto de asombro hace pocos años, era ahora una vulgaridad.

Su amor había adquirido la majestuosa importancia del hecho consumado, y fué á refugiarse de cinco á siete en un quinto piso de la rue de la Pompe, donde tenía Julio su estudio de pintor.

Las manos del guerrero se perdieron con delectación en los finos bullones de las telas, apreciando su blanda frescura. Este contacto le hizo pensar en París, en las modas, en las casas de los grandes modistos. La rue de la Paix era el lugar más admirado por él en sus visitas á la ciudad enemiga.

Ma. de Staël en Coppet, suspirando por el sucio arroyo de la rue du Bac o Frou-frou en Venecia, soñando con el bulevar, no son más desgraciados que el bogotano que la suerte aleja de su ciudad natal y sobre todo... del Altozano. La sociedad. Cordialidad. La primer comida. La juventud. Su corte intelectual. El "cachaco" bogotano. Las casas por fuera y por dentro. La vida social.

No encontraron un vehículo que quisiera recibirlos: todos iban en dirección opuesta, hacia las estaciones. Ambos estaban de mal humor, pero Argensola no podía marchar en silencio. «¡Ah, las mujeresDesnoyers conocía sus honestas relaciones desde algunos meses antes con una midinette de la rue Taitbout.

Una tarde, en la rue Royale, vió á un subteniente de pocos años, casi un niño, que marchaba al lado de su novia con una manga vacía. Mauricio también había perdido un brazo; estaba segura de ello. Por eso sus cartas breves, de una alegría penosa, eran siempre dictadas.... ¡No importa! Ella sería el apoyo de su esposo; su brazo sustituiría al brazo ausente.

El compartirse entre el compañero legal y el hombre amado era un tormento que no podía soportar su entusiasmo simple y vehemente. Cuando trotaba una noche por la rue de la Pompe mirando su reloj y temblando de impaciencia al no encontrar un automóvil ó un simple fiacre, le cortó el paso un hombre... ¡Esteban Laurier! Aún se estremecía de miedo al recordar esta hora trágica.

Las aventuras anteriores me habian hecho cobrar horror á las escaleras, aún siendo espaciosas y excelentes. Hénos otra vez á cielo raso sobre las losas del imperial Paris. Al salir del portal del hotel en cuestion, alcancé á divisar un reverbero, en cuyo cristal este rótulo: hôtel des étrangers, rue Teydeau, 3.