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Luego que hubimos satisfecho los primeros conatos de admiradora curiosidad, paseando los ojos tardíamente sobre aquel grandioso panorama del arte humano, no del arte francés, digimos á nuestro necesario fiacre que nos llevara al arco de la Estrella. Un coche es aquí un personaje de primera categoría, la gran carta de recomendación y el gran amigo del extranjero.

¡Quién habia de decir á Felipe Augusto y á Luis XI que las ruinas de aquel Santo Oficio habian de servir para la construccion del puente nuevo, el más popular, el más liberalizado de Paris! ¡Cuántos senos ocultos tiene la historia de la humanidad! Nos volvimos á nuestro fiacre, y nos vimos de nuevo entrar en la calle de Rívoli, deshaciendo el camino andado.

Despues de veinte minutos de marcha forzada, nos vemos en la calle de la Grand'Batelière. Hácia el comedio de la calle, encontramos un restaurant de mediano coturno, y allí hemos almorzado, no muy bien, por seis francos y algunos sueldos de propina. Volvimos á caminar á la aventura, y ya cansados, cerca del pasaje de Jouffroi, tomamos un bienhechor fiacre. ¿ allons-nous? ¿Á dónde vamos?

Todo esto y mucho más lo discurría el Vizconde, sin sosiego, casi temblando de emoción, tomando a escape el sombrero, bajando precipitadamente las escaleras y entrando en el primer fiacre que vio pasar para que le llevase a todo correr, y mucho antes de la hora convenida, en casa de la Sra. de Figueredo.

Estamos en casa á las diez y media, despues de siete horas de fiacre. Mi mujer dice que nuestro gran viaje comenzó al llegar á Paris. Tambien tiene razon. Las mujeres tienen razon en muchas cosas. Yo acabo esta revista cerca de la una, y así doy fin al dia tercero. =Día cuarto=. Artículo, recuerdos, pesares.

Y con su autoridad de amo, el padre hizo vestir con trajes de calle a su señora, a Lita y a mis Mary, pidió el carruaje descubierto para después de almorzar, se puso guantes amarillos y una galera muy grande, y salió a dar un paseo con su familia, aprovechando el hermoso día. Detrás iba Ramón en un fiacre, con el cochecito de Lita, para cuando se bajasen en el paseo.

A las siete y media de la tarde tuvimos que pedir auxilio al fiacre, y nos dirigimos á la Magdalena. ¡Hermoso edificio! ¡Fábrica suntuosa! Al contemplar aquel enorme grupo, me parece que no estoy en Paris. Creo que me han hecho viajar estando dormido, y que despierto en Grecia. La Magdalena es un fastuoso palacio griego, no un templo cristiano.

Absorto en estas meditaciones, se encaminaba hacia la Magdalena. Un violento deseo de ver a María Teresa lo dominó de pronto; se detuvo al borde de la acera, levantó su bastón en ademán de llamar: un fiacre se aproximó. Se hizo conducir a casa de los Chanzelles esperando que la linda cara de su novia, disiparía el fastidio que esta conversación había dejado en su espíritu.

El compartirse entre el compañero legal y el hombre amado era un tormento que no podía soportar su entusiasmo simple y vehemente. Cuando trotaba una noche por la rue de la Pompe mirando su reloj y temblando de impaciencia al no encontrar un automóvil ó un simple fiacre, le cortó el paso un hombre... ¡Esteban Laurier! Aún se estremecía de miedo al recordar esta hora trágica.