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La tierra es allí tan generosa y feraz, que no puede imaginarse el sinnúmero de flores y la masa de verdura que ciñen las márgenes de los arroyos, esparciendo grato y campestre aroma. Campanillas, mosquetas, violetas moradas y blancas, lirios y margaritas abren allí sus cálices y lucen su hermosura.

Al lado de un fanal cuyos cristales enseñan el Cristo de Antípolo vestido de general, lucen sus contornos dos figuras de barro de China, sobre las cuales se apoyan bombones de caña, llenos de tabacos, bandejitas de cristal con fósforos y buyos; y si las figuras conservan las manos, un pico en el sombrero, ó cualquier punto saliente, se ven colgados rosarios, candelas, parches milagrosos y relicarios.

Más allá, los mayores, estudiantes de facultad que lucen calcetines de seda y zapatillas bordadas, se entretienen en hacer rabiar á los pequeñuelos tirándoles de las orejas, ya rojas de tanto recibir papirotazos; dos ó tres sujetan á un pequeñito que grita, llora y defiende á puntapiés los cordones de su calzoncillo: cuestion de ponerle como cuando nació... pataleando y llorando.

D. Acisclo, hasta para lo práctico, y de hoy, sin pensar en mañana, vale más mi sistema que el de V. ¿Qué se logra con dar empleos a trochi-moche? El distrito no se enriquece por eso. Los naturales de él que salen empleados se gastan fuera lo que cobran. Raro es el que vuelve al distrito a gastarse en él lo que ahorra o garbea. A menudo los tales ahorros no lucen ni parecen.

Al piso principal se asciende por una escalera oscura. La escalera tiene una barandilla de hierros sencillos; el pasamanos es de madera; en los ángulos lucen grandes bolas pulimentadas. La primera puerta del piso principal da paso a dos claras habitaciones: una es un cuarto de estudio, la otra sirve de alcoba. El estudio tiene el techo alto y las paredes limpias.

Tiene dos pisos; en lo alto lucen dos balconcillos desfondados, con los vidrios de las maderas rotos y sucios; en el bajo se abre una ancha puerta achaparrada. En la fachada angosta, entre los dos huecos, leo en gruesas letras sanguinosas: Posada del Norte. Y un momento permanezco ante este rótulo, en la plaza desierta, perplejo, mohino, temeroso, con la maleta en vilo.

Keleffy viajaba por América, porque le habían dicho que en nuestro cielo del Sur lucen los astros como no lucen en ninguna otra parte del cielo, y porque le hablaban de unas flores nuestras, grandes como cabeza de mujer y blancas como la leche, que crecen en los países del Atlántico, y de unas anchas hojas que se crían en nuestra costa exuberante, y arrancan de la madre tierra y se tienden voluptuosamente sobre ella, como los brazos de una divinidad vestida de esmeraldas, que llamasen, perennemente abiertas, a los que no tienen miedo de amar los misterios y las diosas.

Lo probable sería que, en este hurto hecho al Tesoro, saliesen ganando los comerciantes y contrabandistas ciento cuarenta millones y que los empleados se contentasen con sesenta y con enviarlos á España. Pero como estos sesenta millones no lucen ni parecen por aquí, yo me atrevo á presumir que son fantásticos.

Vaya quien quisiere á ver malas tragedias en música, cuyas escenas no paran en mas que en traer al estricote dos ó tres ridiculas coplas donde lucen los gorgeos de una cantarina; saboréese otro en oir á un tiple tararear el papel de César ó Caton, y pasearse en afeminados pasos por las tablas: yo por , muchos años hace que no veo semejantes majaderías de que tanto se ufana hoy la Italia, y que tan caras pagan los soberanos extrangeros.

Falsas, escandalosamente falsas, hijo mío dijo riendo y mirando en torno de ella . Pero bien sabes que la mayor parte de las que llevan las otras no son mejores. ¡Ay, las perlas! Si se juntasen todas las que se lucen en el mundo, resultaría que el mar no tiene espacio para haber producido la décima parte. Se llevó á Miguel hacia el bar. Quería pedirle un favor.