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Tuve dos hijos varones. En esto se armó lo de África; tentome un poco el patriotismo y otro poco la ambición; conseguí, bajo cuerda y sin que lo supiera mi mujer, que me mandaran allá; fuime, haciéndola creer que me obligaban a ello; volví de comandante acabada la guerra; destináronme a Barcelona con el regimiento a que pertenecía; y entre si me convenía más dejar aquí la familia o llevarla conmigo, enviudé; vilo todo de un solo color, y ese muy negro; disipáronse de repente todas mis ambiciones; pedí el retiro, concediéronmele, y quedéme en Villavieja donde había vivido muchos años, habían nacido mis hijos, y poseían, por herencia de su madre, media docena de tejas y cuatro terrones.

Al bajar a la villa convinieron don Adrián y el comandante en que el pobre don Alejandro andaba en vilo. No había habido modo de interesarle en ninguna conversación.

Sabía el pícaro que aquella mujerzuela irascible y endemoniada tenía despierta la vanidad, como todos los seres humanos, y que era de capital interés para su panza tenerla contenta. Por último, lanzando un verdadero mugido de buey, consiguió agarrarla por la cintura y alzarla en vilo. Mantúvola en alto sin esfuerzo alguno, como si fuera un chiquito de tres años.

Ante mis ojos estupefactos, don Hermenegildo se puso en cuatro patas. Entonces, Pedro Barquín, colono de la duquesa, hombre tosco y de aspecto soez, se colocó detrás del viejo magistrado, e introduciéndole el pie por la entrepierna, lo levantó en vilo y lo lanzó a regular distancia.

Usted puede bajar, si gusta; lo que es mi marido no se mete ahí, y tiró de valerosamente hácia la plaza de la Concordia. Mi hombre no se atrevió á habérselas con una señora, y tuvo que capitular, bien á pesar suyo. Si mi mujer no se convierte en casa de asilo, me coge y me empaqueta en la máquina de cristal, como me llevó casi en vilo á colocarme sobre la baranda del Panteon.

Para echada a hombros de una sola persona era enorme y la aplastaría; para llevada en vilo entre varias, no se sabía cómo subirla. Amparo discurrió irla enderezando y rodando hasta la puerta, y en efecto, el sistema dio buen resultado y la piedra llegó a su sitio. Al punto que la vio colocada, tornó con infatigable ardor a intentar descuajar un nuevo proyectil.

Doña Lupe hizo esfuerzos por atraer hacia su paladar, con la lengua y con los rechupidos de sus labios, lo que en el fondo del pocillo quedaba, y conseguido esto al fin, acabó así: «Con estos disparates sacrílegos estuve toda la noche en vilo, horrorizada, el estómago revuelto, y deseando que el día llegara».

Vilo, y he de decillo, aunque se dude Del hecho que por brujula declaro. Lo que yo pude ver, lo que yo pude Notar fue, que la nube dividida En dos mitades á llover acude. Quien ha visto la tierra prevenida Con tal disposicion, que quando llueve, Cosa ya averiguada y conocida, Por no creer esta verdad estube Mil veces, pero vila con la vista, Que entonces clara y sin legañas tuve.

Luego que acaba de recitar este señor, charla ligero con mi madre; luego se pone en pie, me coge, me levanta en vilo y grita: «¡Antoñito, Antoñito, yo quiero que seas un gran artista!» Y se marcha rápido, voluble, ondulante, hablando sin volver la cabeza, poniéndose al revés el sombrero, que después torna a ponerse a derechas, volviendo por el bastón que se había dejado olvidado en la sala...

Y le duró más de siete, y se templó en tales términos y se arregló la envejecida y desconcertada máquina de mi tío de tal manera, que, no en un cesto, sino bien sentado en el sillón de vaqueta de su dormitorio, y bien forrado y envuelto en mantas y capotes, consiguió darse más de cuatro «panzadas de sol» al aire libre en el abrigado rincón de la solana, adonde le sacaba yo poco menos que en vilo, por la puerta de su alcoba, entre las tempestades de votos y reniegos con que protestaba contra «la perra acabación» que en tan miserables extremos le ponía.