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La mente de D. José caía en un mar de confusiones, hundiéndose más a medida que veía más objetos, ya de lujo, ya de comodidad. Iba a seguir emitiendo juicios muy filosóficos sobre aquella revolución próxima, cuando Miquis acertó a ver el piano. Verlo, correr hacia él, abrirlo, hojear los papeles de música, y dar con su dura mano un acorde en la octava central, fue cosa de un instante.

Se aduce como premisas de que el indio es indefinible, aquel célebre libro de un misionero, cuidadosamente encuadernado, en cuyo lomo se leía: El indio, libro que á nadie dejó hojear y que ávidamente fué abierto tan luego murió, encontrándose los curiosos con que todas las páginas estaban en blanco.

Como yo no acierto á escribir nunca con el conveniente disimulo ó hipocresía, que alguien llama pudor literario, y, sin poderlo remediar, impongo al público en mis secretos como si el público estuviese formado de amigos íntimos, no he de ocultar aquí los sentimientos y pensamientos, acaso abominables y vitandos, que acuden á mi alma ó en ella se despiertan, al visitar la referida Exposición ó al hojear el libro que la describe. ¿Hubiera perdido algo el linaje humano con que todos estos papiros y papeles se hubiesen perdido sin llegar hasta nosotros ó con que nunca el Sr.

Todo lo sabían aquellas criaturas, a pesar de sus pocos años, como si al cogerse al pezón de la nodriza hubiesen comenzado a hojear el primer libro. Sus juicios resonaban terribles, inexorables, concisos, capaces de hacer temblar de pavor las mesas del café. Casi todos los escritores españoles eran atunes, besugos o percebes: género marítimo que sólo podía gustar a paladares groseros.

La hermana portera no pudo decirlas sino que la víspera vio hojear a Tirso un indicador de ferrocarriles; que, vestido de paisano, salió en persona a buscar un coche de punto y que, ayudando al simón a levantar su baúl, dijo: A la estación del Norte.

Al final de estas deliciosas rebuscas en el pasado, venía lo más interesante, lo más íntimo, el álbum de ella sólo le permitía hojear de prisa, obligándole a no mirar ciertas páginas. Era un volumen modestamente encuadernado en cuero negro con broches de plata, pero Rafael lo contemplaba como un prodigioso fetiche, con la adoración que inspiran los grandes hombres.

Cuando él hablaba, fingía distraerse, le dejaba conversando con Zoraida y llevándose a Laura al otro extremo del salón, se ponían a hojear el álbum de los retratos abierto sobre la falda de ambas. Sentía, sin saber por qué, la necesidad de mostrarle indiferencia. Sin embargo, no advertía en Julio señal alguna de que esta actitud le afectara.

El P. Gil ni creyó bueno el despertarle para despedirse, ni se atrevió a marcharse sin hacerlo. En esta incertidumbre, se puso a hojear algunos libros que andaban esparcidos sobre la mesa. Tropezaron sus ojos con uno de geografía, y leyó distraídamente algunos párrafos. Al cabo la lectura logró interesarle.

Después, como si se arrepintiera de haber dicho demasiado, apartó la vista de su sobrino, murmuró algunas voces incoherentes, y volvió á hojear sus papelotes, escribiendo algo y gruñendo siempre, sin dejar de gesticular como si hablara con alguien. Lázaro miró un buen rato la lívida faz del viejo realista, que, iluminada de lleno por la luz, ofrecía fantástico é infernal aspecto.

Esto no lo conoció Silvestre mientras estudiaba; pero durante el primer año de su orfandad, bostezando, panza arriba, dondequiera que hallaba un palmo de sombra; enfermedad que le hizo recurrir al Nebrija como á un camarada antiguo. Repasando declinados y echándose oraciones á mismo, tuvo que hojear el Tesauro de Requejo y el Calepino, para traducir los ejercicios de Orodea.