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La temo, papá respondió Nieves al instante , porque barrunto que Nacho viene para algo más que conocernos, y porque le creo enterado por su madre de esos propósitos vuestros que se conocen ya hasta en casa de Rufita González... ¿No se lo has oído más de una vez? ¿Quién se lo ha dicho sino tío, el padre de Nacho, o la tía Lucrecia... o Nacho mismo?

Y me alegro con toda mi alma. Entonces, inundado el corazón de una felicidad tanto más intensa cuanto menos prevista, le dijo: Debemos pensarlo mucho. Venga V. pronto a Madrid... y hablaremos. ¿No cree V. que debemos conocernos más? La conozco a V. mucho más de lo que imagina. Pocos minutos después partieron los viajeros.

Quiero creer, que ni me culpáis por lo sucedido, ni habréis revelado ni revelaréis á nadie, ni aun á vuestro confesor, lo que sin conocernos ha pasado entre nosotros.

Aquí nos hemos ocupado del adoquinado y rectificación de calles, de formación de paseos, de obras de higiene convencional y de todo aquello que luce a primera vista; pero respecto a organización social, a medios de conocernos y controlar nuestros actos todos los convecinos, vivimos como en tiempo del coloniaje. ¿Por qué no se ha establecido el registro de vecindad y todos sus derivados?

Por lo que supe en Londres cuando tuvimos ocasión de conocernos contestó mi compañero, muy gravemente, presupongo que el secreto del pobre Blair ha sido robado de una manera muy ingeniosa, y que la persona en cuyo poder está ahora, sabrá sacar buen provecho de él. ¿En perjuicio de su hija Mabel? Ciertamente.

Pues entonces dije con un ademán de despedida, ¡hasta nuestra próxima entrevista, que espero nos permitirá conocernos mejor! ¡Y para ello, ojalá que Vuestra Majestad nos proporcione pronta oportunidad! agregó Ruperto altaneramente; y al pasar junto a Sarto miró a éste con tal expresión de desprecio y burla que el veterano apretó los puños y sus ojos brillaron amenazadores.

Esa simpatía responde a varias causas. En primer lugar, los recuerdos de la lucha de la Independencia. Todos conocernos aquella rivalidad caballerosa, que tenía por teatro la vieja Lima, entre los oficiales colombianos y los argentinos, entre los vencedores de Boyacá y los vencedores de Chacabuco.

Mis respuestas le encantaban, y se mostraba como triunfante cada vez que yo le indicaba algunas de las mas bellas conquistas hechas en Nueva Granada por las ideas verdaderamente democráticas. Ya puede colegirse que mi excelente compañero y yo quedamos muy amigos, sin conocernos.

Inspectores de la Compañía Transatlántica que iban a Méjico y Centro América, guatemaltecos, costariqueños, peruanos, todo ese mundo del Norte, tan diferente del nuestro, que no nos hace el honor de conocernos y a quienes pagamos con religiosa reciprocidad. A la mañana siguiente de la salida de la Guayra, llegamos a Puerto Cabello, cuya rada me hizo suspirar de envidia.

Nosotras decía Rufita después de los acostumbrados saludos; porque es de saberse que su madre apenas desplegaba los labios sino para sonreír continuamente y decir a todo «justo» , teníamos noticias exactas de su venida a Peleches este verano, no solamente por don Claudio que tanto nos distingue porque nos aprecia muchísimo, sino por la misma tía Lucrecia que nos lo escribió por el último correo, al darnos parte de que vendría también mi primo carnal, Nachito, a conocernos a todos sus parientes... vamos, a ustedes y a nosotras, ya que no podía venir ella por haber engordado una barbaridad, ni tampoco el tío Cesáreo, que tiene que estar siempre a su lado, porque no se puede valer de por sola, de puro gorda que está... Por supuesto que de esta venida del primo, muy corrida por aquí, y de saberse también que se ha carteado conmigo... ¡uff! han sacado los murmuradores horror de cosas: que si hay planes arreglados, ¡vea usted!; que si debe vivir con nosotras, porque es hijo de un hermano de mi madre; que si vivirá en Peleches, aunque es sobrino de ustedes solamente por parte de la suya; que si, por sus caudales atroces, estaría mejor arriba que abajo, por otros particulares que conoce bien la pobre tía Lucrecia y no habrá olvidado tampoco el tío Cesáreo, más propio y hasta más decente sería vivir abajo que arriba... Vamos, lo de siempre que la murmuración mete la pata en negocios ajenos... Pero nosotras, gracias a Dios... ¡y a buena parte vienen a hacer leña!... ¿eh, mamá?... nosotras bien conocemos que para alojar a una persona de la importancia de Nachito, no somos todo lo... vamos, todo lo principales y ricas que se requiere, por más que en educación y en sentimientos no tengamos que envidiar a las señoras más encumbradas; y por lo mismo que conocemos esto, no nos chocaría que mi primo se encontrara más a gusto en Peleches... ¡Ah! pues deje usted, que no falta quien dice que viene a casarse con usted, Nieves... usted sabrá si es cierto, ¡ja, ja, ja!