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Nosotras decía Rufita después de los acostumbrados saludos; porque es de saberse que su madre apenas desplegaba los labios sino para sonreír continuamente y decir a todo «justo» , teníamos noticias exactas de su venida a Peleches este verano, no solamente por don Claudio que tanto nos distingue porque nos aprecia muchísimo, sino por la misma tía Lucrecia que nos lo escribió por el último correo, al darnos parte de que vendría también mi primo carnal, Nachito, a conocernos a todos sus parientes... vamos, a ustedes y a nosotras, ya que no podía venir ella por haber engordado una barbaridad, ni tampoco el tío Cesáreo, que tiene que estar siempre a su lado, porque no se puede valer de por sola, de puro gorda que está... Por supuesto que de esta venida del primo, muy corrida por aquí, y de saberse también que se ha carteado conmigo... ¡uff! han sacado los murmuradores horror de cosas: que si hay planes arreglados, ¡vea usted!; que si debe vivir con nosotras, porque es hijo de un hermano de mi madre; que si vivirá en Peleches, aunque es sobrino de ustedes solamente por parte de la suya; que si, por sus caudales atroces, estaría mejor arriba que abajo, por otros particulares que conoce bien la pobre tía Lucrecia y no habrá olvidado tampoco el tío Cesáreo, más propio y hasta más decente sería vivir abajo que arriba... Vamos, lo de siempre que la murmuración mete la pata en negocios ajenos... Pero nosotras, gracias a Dios... ¡y a buena parte vienen a hacer leña!... ¿eh, mamá?... nosotras bien conocemos que para alojar a una persona de la importancia de Nachito, no somos todo lo... vamos, todo lo principales y ricas que se requiere, por más que en educación y en sentimientos no tengamos que envidiar a las señoras más encumbradas; y por lo mismo que conocemos esto, no nos chocaría que mi primo se encontrara más a gusto en Peleches... ¡Ah! pues deje usted, que no falta quien dice que viene a casarse con usted, Nieves... usted sabrá si es cierto, ¡ja, ja, ja!

Por la pregunta de Rufita. ¿Se ha oído cosa más graciosa? ¿Por quién nos tomarán esas señoras? No le choque a usted, Nieves: es estilo muy corriente ese por acá. Y ¿cuándo piensan venir? Pues cuéntelas usted aquí a la hora menos pensada: de seguro antes de comer hoy. ¿Tan pronto? Y no serán ellas solas... Es el estilo también. ¿De manera que también aquí hay que hacer visitas? ¡Uff!

Conque en esto, consultamos el caso ayer mismo con don Claudio; y, naturalmente, nos aconsejó que viniéramos, respondiendo él de que seríamos bien recibidas... ¡Pues no faltaría más! como nos dijo el señor de Fuertes: «¿qué tienen ustedes que ver con lo que en otros tiempos hubo o no hubo entre los de arriba y los de abajo, siendo ya eso puchero de enfermo y ustedes unas señoras en toda regla, que no van a pedir a nadie media peseta para los panecillos del almuerzoConque al saber que ustedes habían llegado anoche, nos dijimos: vamos a saludarlos y a ofrecerles la casa y nuestros respetos, porque arrieros somos... y casi parientes además; y esta mañana nos echamos encima lo primero que tuvimos a mano... Porque nos gusta mucho a mamá y a andar decentes, eso , pero sencillitas, muy sencillitas, como ustedes pueden ver... lo que no quita que tengamos siempre de reserva alguna cosilla de más lujo, por si acaso truena gordo a lo mejor... Al revés que otras de aquí, que se llevan el cofre entero cada vez que se echan a la calle, ¡uff!