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En dieciocho días cruzó con su ejército los Andes altísimos y fríos: iban los hombres como por el cielo, hambrientos, sedientos: abajo, muy abajo, los árboles parecían yerba, los torrentes rugían como leones. San Martín se encuentra al ejército español y lo deshace en la batalla de Maipú, lo derrota para siempre en la batalla de Chacabuco. Liberta a Chile.

Esa simpatía responde a varias causas. En primer lugar, los recuerdos de la lucha de la Independencia. Todos conocernos aquella rivalidad caballerosa, que tenía por teatro la vieja Lima, entre los oficiales colombianos y los argentinos, entre los vencedores de Boyacá y los vencedores de Chacabuco.

Cual vorágine furiosa Todo arrastra en su carrera, Cual las pajas de la hera Que arrebata el huracan; Y del genio poseido, Rie, llora, nos encanta, Y atrevido nos levanta En sus hombros de titan. Tus cantos serán oidos En el pueblo americano, Como el nombre de Belgrano, De Bolívar, San Martin, Como se oyó en otros dias La corneta atronadora, Y la armonía sonora De Chacabuco y Junin.

Nacido en Alemania, se habia distinguido en la guerra de la Independencia y en la batalla de Chacabuco, mandaba un batallon de infantería con el cual contribuyó al éxito de la victoria. Por los llanos inmensos de la Pampa Vaga Castelli triste y silencioso. Segun algunos, Castelli murió insensato, como el Rey Lear, sintiendo las angustias de un corazon magnánimo devastado por el infortunio.

El desertor de los Arribeños, el soldado de Granaderos a caballo, que no ha querido inmortalizarse en Chacabuco y en Maipú, resuelve ir a reunirse a la montonera de Ramírez, vástago de la de Artigas, y cuya celebridad en crímenes y en odio a las ciudades a que hace la guerra, ha llegado hasta los Llanos y tiene lleno de espanto a los gobiernos.

Los soldados de caballería enlazan cada uno su cadáver y lo llevan arrastrando al cementerio, si bien algunos pedazos de cráneos, un brazo y otros miembros quedan en la plaza de Tucumán, y sirven de pasto a los perros. ¡Ah! ¡Cuántas glorias arrastradas así por el lodo! ¡Don Juan Manuel Rosas hacía matar del mismo modo y casi al mismo tiempo, en San Nicolás de los Arroyos, veintiocho oficiales, fuera de ciento y más que habían perecido obscuramente! ¡Chacabuco, Maipú, Junín, Ayacucho, Ituzaingó! ¿Por qué han sido tus laureles una maldición para todos los que los llevaron?