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Antes que amaneciera, su amo y un aprendiz sobaban la masa dispuesta en el lebrillo, y luego freían con rara rapidez bolas, tortas y cohombros: Pepe, mientras tanto, arreglaba los veladores, mezclaba algo de harina al azúcar de espolvorear, fregaba vasos, ponía cada cosa en su puesto y, cuando se abría la tienda, colocado de pie en la puerta, despachaba buñuelos a grandes y chicos, formando en la grasienta superficie de zinc que cubría la mesa un montón de cuartos y ochavos del moro, cuyo sucio contacto le dejaba los dedos manchados de verdín.

Las ropas de uno y otro mendigo chorreaban; el sombrero hongo de Almudena parecía la pieza superior de la fuente de los Tritones: poco le faltaba ya para tener verdín. El calzado ligero de Benina, destrozado por el mucho andar de aquellos días, se iba quedando a pedazos en los charcos y barrizales en que se metía.

Nada más curioso y original que el escritorio de don Eleazar; un edificio bajo y antiguo con un vasto y desierto patio a la entrada, enlosado con grandes piedras color pizarra, perpetuamente húmedas y empañadas por una eterna capa de verdín. Frente a la puerta de la calle, tres cuartos, cada uno con tres puertas al patio.

Cuanto más le miro, más asco me da: la mugre le brota encima, como el verdín en las casas viejas... me parece imposible que pueda vivirse de esta manera, y tan contento; ¡ah! pero él está contento, porque es honrado, porque, en medio del vicio, ha sabido mantener limpia la conciencia... ¡qué bueno debe ser mirar para adentro y no ver ninguna mancha! ¡qué bien se debe dormir, aun envuelto en el poncho de Agapo, dentro del caño! pero, con esta comezón del remordimiento, no es posible conciliar el sueño... Cada vez estoy más decidido a matarme: me estoy mirando en el espejo de Agapo, y me horrorizo, de verme con su chambergo roñoso, sus guiñapos prestados, y la cara abotargada por las malas noches... En él es el vino; en sería el juego... y todavía, él sale ganando en la comparación, pues si ha tenido que ver con las comisarías, no ha estado nunca en la cárcel: Agapo es honrado y yo un falsificador... ahí viene el tren, ¿me echaré en los rieles? ¡sería horrible! mejor es el revólver, que el tren y que el río...

Pues bien, muchas veces se me ha ocurrido que si la peste y otras plagas se llevasen la mitad de la gente que hoy vive en los dominios del señor rey Eduardo, los que quedasen podrían habitar buenas casas, trabajar poco ó nada y vivir en la abundancia. ¡Miren por dónde asoma el arpista! exclamó maese Verdín.

Porque eso de comer ratas crudas.... ¿Quién habla de comerlas, maese Verdín? exclamó con desdén el discípulo de Esculapio. El animalito abierto en canal se aplica sobre la llaga ó sobre la inflamación que precede á ésta. Y siendo la rata animal inmundo, atrae y absorbe por su propia naturaleza los malos humores, libertando de ellos el cuerpo del paciente.

Renovóse la risa á costa del buen Verdín y el músico se levantó para tomar de un rincón su arpa vetusta, que empezó á tañer con vigor. ¡Paso al coplero! exclamaron los leñadores; sentaos aquí junto al fuego, y venga una tonada alegre, como las que tocasteis en la romería de Malvar. ¡Que toque "La Rosa de Lancaster"! ¡No, no, "Las Niñas de Dunán"! "¡El Arquero y la Villana!"

El verdín de la humedad resbalaba mucho; pero unos cuantos golpes de espadaña y juncia, nacidos entre la fábrica y mantenidos por la frescura, prestaban ayuda y apoyo para los atrevidos pasajeros, y hacia este sitio salvaje y pintoresco fué adonde vieron partir Cigarral y Mercado al tercer interlocutor de la escena, el insigne gozque Canique.