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La de su casa... Yo no tengo ya casa... yo soy un pordiosero... ¿no lo ves? ¿no ves qué pantalones, qué levita?... Y mi hija... es una mala pécora... también me la han robado los curas, pero no ha sido este.... Este me ha robado la parroquia... me ha arruinado... y don Custodio me roba el amor de mi hija.... Yo no tengo familia.... Yo no tengo hogar... ni tengo puchero a la lumbre.... ¡Y dicen que bebo!... ¿qué he de hacer, Pepe?... Si no fuera por ti... por ti y por el aguardiente... ¿qué sería de este anciano?...

Don Fadrique prosiguió diciendo: De sobra sabe V. que Paca, la primera mujer del tío Gorico, fué una mala pécora. Es evidente. Dios la haya perdonado. La buena reputación de Paca no tiene nada que perder. Absolutamente nada. Pues bien. Hay la feliz coincidencia de que Nicolasa nació pocos meses después de mi ida de Villabermeja, cuando estuve allí de vuelta de la Habana. ¿Y qué?

Compónganselas ustedes como quieran; pero en cuantito que digan a alguien, sea quien fuere, mi paradero, vengo y le cuento a la tía de pe a pa todas sus trapisondas de usted; lo de Mariquilla, que si no fue... no quedó por usted, y lo de esta mala pécora de ahora, que le tiene a usted sorbido el seso. ¡Chiquilla! Yo hago de mi capa... Usted no hace más que tonterías.

D. Luis, como si el mismo diablo lo hubiera dispuesto, se encontró cara a cara con el conde, que decía de este modo: No es mala pécora la tal Pepita Jiménez. Con más fantasía y más humos que la infanta Micomicona, quiere hacernos olvidar que nació y vivió en la miseria, hasta que se casó con aquel pelele, con aquel vejestorio, con aquel maldito usurero, y le cogió los ochavos.

Si era absolutamente preciso resignarse a un buen matrimonio, y no veía otra salida, ¿por qué no ella mejor que una pécora cualquiera que hiciese sonar demasiado su dinero y que, al menos, le tratase de igual a igual siendo su señor y dueño? Blanca, la pobre, se estimaría muy feliz siendo su humilde servidora. Porque no había duda, ya le adoraba como hermano. ¿Qué iba a ser ahora?...

A Engracia la casó su madrastra, prendera, que, según voz pública en el barrio, tenía gato, con propósito de quitársela de encima, y ella admitió los primeros requiebros del cajista por salir del poder de tan mala pécora.

Este chico anda tonto... yo no lo que tiene; parece que no está en este mundo.... ¡Oh, maldita Regenta! ¡Esa mala pécora me lo tiene embrujado! Al mes siguiente se celebró la segunda sesión de la Innominada; se bebió, se emborracharon los que solían y se dio cuenta de los trabajos de propaganda.

Cuando sintió ruido en la casa, llamó a gritos. ¡Anselmo, Petra, Servanda, Petra!... Apareció Petra con el cabello suelto, en chambra, y mal tapada con un mantón viejo del ama. Parecía la aurora de las doradas guedejas; pero Frígilis, mal humorado, se encaró con la aurora. Oye, , buena pécora, ¿qué demonio de obispo entra aquí por la noche a destrozarme las semillas?...

Era de las pocas señoras que ayudaban al Arcediano en su conspiración contra el Vicario general. Sin embargo, Visita confesaba a veces con don Fermín, a pesar de los desaires de este. «Ya sabía él a qué iba allí aquella buena pécora, pero chasco se llevaba; la confesaba por los mandamientos y se acabó». «¿Y qué más? adelante; ¿y qué más? estilo Ripamilán.

No, no, si es el Provisor déjele usted que entre, que quiero matarle yo mismo.... ¿Quién llora ahí? Es su hija de usted. ¡Ah grandísima hipocritona, si me levanto, mala pécora! la que mata a su padre de hambre, la que echa cuentas de rosario y pelos en el caldo, la que me echa en las narices el polvo de la sala, la que se va a misa de alba y vuelve a la hora de comer... ¡infame, si me levanto!