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Al pie de un decreto de la Junta de Representantes de Mendoza, en que se permitía circular en la provincia papel moneda de Buenos Aires, Facundo Quiroga hizo publicar la siguiente posdata, que tiene todos los caracteres de sus anteriores proclamas: la jactancia, el enredo de la frase y su prurito de aterrar.

Las proclamas que llevan la firma de Juan Facundo Quiroga tienen tales caracteres de autenticidad, que hemos creído útil insertarlas aquí, como los únicos documentos escritos que quedan de aquel caudillo. Campea en ellas la exageración y ostentación del propio dolor, a la par del no disimulado designio de inspirar miedo a los demás.

Su obligación militar iba á consistir en permanecer jauto al gobierno escribiendo la crónica de la guerra y revisando las proclamas dirigidas al país, por si era posible agregarles nuevos toques de retórica. Venceremos, gentleman dijo con entusiasmo . Desde anoche están saliendo tropas para los Estados donde se han sublevado los hombres.

¡Y qué versos! agregó mi tío Ramón lleno de buena fe, con el ánimo de cooperar al elogio. ¡No! los versos no han sido nunca gran cosa contestó el doctor con impaciencia. ¡Oh! perdone, doctor, y ¿El Matrero y el Mendigo? agregó mi tía. ¡Pschet! así, así... ¡No! los versos no son su fuerte. Pero los discursos, las proclamas; aquel discurso contra los ministros de Urquiza...

Entonces se hacían traer lista de todos los muchachos y muchachas, viudos y viudas del pueblo, capaces de casarse, y aun los hacían concurrir a unos y a otros a la puerta de la iglesia, y allí examinaban si algunos o algunas tenían tratado el casarse, o los padres de los muchachos les tenían tratado matrimonio; y a los que ya lo tenían tratado, que eran pocos o ningunos, procuraban se efectuase, si no hallaban causa para impedirlo; y a los demás allí mismo les hacían elegir mujer, o ellos se la señalaban, y, guardando las ceremonias de proclamas, los casaban tal vez todos en un día, por lo menos a muchos juntos.

Redacté proclamas dirigidas á los pueblos, alocuciones á las tropas, y describí en un estilo lírico los grandes triunfos de los insurrectos sobre los soldados del gobierno, llamados «federales». Nunca, en mis escritos, dejé de establecer discretos paralelos entre las campañas napoleónicas y las de los caudillos á cuyo servicio me había entregado. Conocía bien á mi gente.

Estuve en casa de doña Tula otras dos veces para ultimar la cuestión de papeles. El prebendado don Cosme de la Puente sacó dispensa de las proclamas y bendijo nuestra unión en la capilla del palacio del Padul, siendo madrina Isabel y padrino mi buen padre, que llegó a Sevilla tres días antes con ese objeto. No se invitó a la ceremonia a más de una docena de personas.

¿Adónde demonios vais tan de prisa? gritaba el cazador a los pastores cariacontecidos . ¿No tenéis vosotros confianza en las proclamas de los rusos y de los austriacos? Los campesinos, de mal humor, le respondían: ¡, ; ríase usted de las proclamas! ¡Ya sabemos lo que ahora valen!

Bolívar, que carecía del genio metódico de la guerra y de las calidades sólidas del político, derramó toda la poesía que rebosaba en su alma en bríndis, proclamas, discursos, boletines y acciones grandiosas dignas de la epopeya; procurando en esto marchar tras la huella de Napoleon, poeta en accion, cuyo genio militar se dilataba en presencia de las Pirámides ó evocando los recuerdos de la antigua Roma: y que se dormia bajo su tienda militar leyendo á Corneille ó á Ossian, como Alejandro leyendo á Homero, y derramando lágrimas de dolor á la idea de que no tendría un poeta semejante que cantase sus hazañas.

En la costa cantábrica, el Malecón y Marineda se distinguieron por la abundancia de comités, juntas, clubs, proclamas, periódicos y manifestaciones. Y es de notar que desde el primer instante la forma republicana invocada fue la federal. Nada, la unitaria no servía: tan sólo la federal brindaba al pueblo la beatitud perfecta. ¿Y por qué así? ¡Vaya a saber!