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Despojándose de las gafas, empezó a reflexionar. ¡Era estúpido todo aquello! La chicuela ni siquiera le había dejado abrir la boca para explicarse, y le había lanzado en pleno rostro el despectivo insulto. Debía, no obstante, comprender que sólo se trataba de una broma. ¡Qué diablo de muchacha! ¡Como si verdaderamente le interesase con sus proclamas! Eso no era de su incumbencia.

Algunas cartas de Quiroga han visto la luz pública; pero creo que, como sus proclamas, no merecen conservarse sino como curiosidades y monumentos de la época de barbarie. La primera de estas proclamas, sin fecha, pertenece, sin duda, al año 1829, cuando después de haberse rehecho de la derrota de la Tablada vino a San Juan y a Mendoza.

Durante la guerra se familiarizó con la literatura declamatoria de las proclamas y los artículos revolucionarios, y pudo llegar á leer de corrido estos impresos, siempre que fuesen de letra gruesa.

Hemos dividido este Apéndice en dos partes: la primera contiene las Proclamas de Quiroga, agregadas siempre a las ediciones anteriores, y la segunda contiene los prefacios de dichas ediciones y otras páginas de Sarmiento sobre su obra.

Por otra parte, las cartas y proclamas de los patriotas penetraban misteriosamente en el Callao alentando a los conspiradores. Hoy descubría Rodil una conspiración, e inmediatamente, sin fórmulas ni proceso, mandaba fusilar a los comprometidos, y mañana tenía que repetir los castigos de la víspera.

Su fama entonces era grande, y entre los patriotas exaltados gozaba de mucha popularidad, conquistada por sus artículos políticos y proclamas patrióticas. Era de fisonomía dura y basta, moreno, con vivos ojos y gruesos labios, signo claro esto, así como su frente lobulosa, de la viril energía de su espíritu. Reía poco, y en sus ademanes y tono, lo mismo que en sus escritos, dominaba la severidad.

En otro tiempo, las muchachas escondían cartas amorosas; ahora son proclamas y boletines revolucionarios lo que esconden. ¡Boletines! ¡Qué palabra más estúpidaDirigió de nuevo, a hurtadillas, una mirada a la muchacha, y volvió en seguida los ojos. Ella le miraba, como mira un pájaro a una serpiente que se acerca, y apretaba la mano contra su costado izquierdo. Krilov se incomodó.

Para que me dejara en paz le dije al fin que , que nos íbamos a casar, que ya estábamos sacando los papeles y que pronto se echarían las proclamas». Bien contestado... ¡Qué ganas de meterse en lo que no les importa! Y ahora te pregunto yo dijo Fortunata más cariñosa, pero bastante más seria . Si yo fuera soltera, ¿te casarías conmigo?

Lo que usted oye: don Buenaventura se ha hecho un indiferente criminal desde que se le ha ocurrido instruirse. ¿Quién me lo negará? Todo su talento improvisador se le ha apagado. ¡Qué diferencia del general de hoy al de otros tiempos; qué improvisaciones las de entonces, qué discursos, qué proclamas, qué artículos!

«¡Tiene gracia! se dijo Krilov, volviendo a otro lado los ojos y tratando de dar a su rostro una expresión de indiferencia . Le dan miedo mis gafas azules; todas estas muchachas están seguras de que un hombre con gafas azules es un espía... Lleva probablemente proclamas escondidas en el corsé.