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Y mientras salía del cuarto y Maximina se ponía a asearlo, charlaban alegremente. Miguel la embromaba con el convento: ella se defendía negando que tuviese por entonces intención de encerrarse en él. Sin embargo, al través de estas negativas se traslucía que acaso con el tiempo llegase a realizarlo. Un día poniéndose serio le dijo: No soy partidario de los conventos.

Ningún amigo íntimo tenía en Santiago don Pedro, aunque varios conocidos, ganados en el paseo, en casa de su tío o en el Casino, donde solía ir mañana y noche, a fuer de buen español ocioso. Allí se le embromaba mucho con su prima, comentándose también la desatinada pasión de Carmen por el estudiante y su continuo atalayar en la galería, con el adorador apostado enfrente.

Sin embargo, la hora de levar anclas se iba acercando y el capitán se había apartado de la mesa y andaba de un lado á otro dando órdenes. Los marineros comenzaban á moverse ejecutando las maniobras preventivas. Soledad y Manolo se habían aproximado y charlaban un poco retirados de los demás. El caballero de Medina la embromaba suponiendo que estaba triste y que hacía esfuerzos por ocultarlo.

Velázquez embromaba á la graciosa Cardenala sobre su tristeza. ¿Por qué tenía aquella cara tan larga? ¿Por qué no hablaba? ¿Había visto al lobo? ¿Dónde le había cogido aquel aire? Mercedes respondía con palabras sueltas y breves, casi siempre agudas; porque tenía ingenio y sal la muchacha. Los demás reían y tomaban parte en la broma.

La embromaba con algún mozo que no le pareciese rival temible, improvisaba contra ella de vez en cuando algunas redondillas burlescas, que dejaban sorprendidos y extasiados a todos, muy particularmente a Rafael, que no se hartaba de reír y repetirlas, y contemplar con admiración a Andrés, como si el hacer versos fuese cosa de milagro, y la engañaba siempre que podía contándole alguna estupenda patraña, en medio de la algazara general.

Entonces era cuando Raimundo recobraba un poco de libertad y osaba mirar a la diosa cara a cara. Clementina le embromaba a menudo por sus aficiones científicas, entraba en su despacho y dejaba esparcidos por la mesa o por el suelo los cartones de las mariposas. Esto, que si otra persona lo ejecutase produciría en la casa una catástrofe, hacía reir al joven naturalista.

A las comidas la conversación solía animarse. Presentación embromaba a su cuñado. Mario la embromaba a ella. Carlota escuchaba sonriente aquel tiroteo, tomando parte alguna vez por su marido. D. Pantaleón les asaba a explicaciones científicas: el vino, el pan, el azúcar, todo era motivo para exponer largamente la muchedumbre de secretos que iba arrancando a la naturaleza.

En el café del Siglo se tenía noticia de estos cursos instructivos. Se le embromaba con ellos, se comentaban con gracia por toda la tertulia. Pero en aquellas bromas el que marchaba delante y brillaba por su procacidad era él mismo. ¿Qué tal, D. Laureano, se va instruyendo la niña? Admirablemente. Tiene disposiciones asombrosas, sobre todo para la geografía política.

Podía volver su padre, Basilio presentarse; ella encontraría un talego de oro en la huerta, los tulisanes le enviarían el talego, el cura, el P. Camorra que siempre la embromaba, podía venir con los tulisanes... sus ideas fueron cada vez más confusas y más desordenadas hasta que por fin rendida por la fatiga y el dolor se durmió soñando en su infancia en el fondo del bosque: ella se bañaba en el torrente en compañía de sus dos hermanos, había pececillos de todos colores que se dejaban coger como bobos y ella se impacientaba porque no encontraba gusto en coger unos pececillos tan tontos: Basilio estaba debajo del agua, pero Basilio sin saber ella el porqué, tenía la cara de su hermano Tanò.