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Los diagramas, se han preparado con instrucciones para levantar las líneas de construcción, y en los cartones, los meridianos y paralelos están calculados para los mapas de las cinco partes del mundo; y el resto, para los de los países principales de América.

A los veinte golpes tuvo que valerse del lápiz que le servía en el Casino para marcar la marcha del juego y de aquellos cartones divididos en columnas que facilitaban los empleados. El dorso resultaba estrecho para sus ganancias, que se ensanchaban, formando cantidades quiméricas. Siguió su juego triunfador. En el golpe cuarenta se detuvo. Cinco millones de millones de francos.

Cada sector del blanco tocado por los tiradores daba a éstos el número de puntos determinados por el uso, número de puntos que, por otra parte, llevan siempre marcados los cartones. El círculo más lejano del centro, un punto; la mosca, siete.

Ninguna de ustedes está en situación de hacerme la competencia. Daré el do de pecho y haré algunas fermatas de última novedad. Sacó de la enorme bolsa de percal un enjambre de cartones de lotería y los dejó sobre la mesa. Las señoras se apresuraron á tomarlos y ponerlos delante de , uniéndolos simétricamente. Después sacó un plato de metal que quedó fijo en el centro.

Pero cuando Clavel tomó realmente por lo serio las pretendidas observaciones de D. Pantaleón fue cuando éste se valió de un medio ingenioso para convencerse de que los perros distinguían los colores. Cortó cuatro cartones iguales, dos pintó de azul y dos de rojo.

Con la vista fija en los cartones y un grano de maíz entre los dedos, los tertulianos permanecían silenciosos y atentos, excepto nuestro señorito que á menudo se inclinaba hacia la oreja nacarada de Carmen para decirle algunas palabras.

Cuando Pierrepont y Fabrice se aproximaron a la placa para fijar los cartones, advirtieron a Beatriz sentada en el campestre banco: Beatriz trabajaba en su tapicería. Los dos hombres cambiaron una mirada. Uno y otro sabían que la avenida de los arrayanes era para Beatriz un lugar favorito de paseo y de retiro.

Antes de terminar la carrera, era ya un notable entomólogo. Se había hecho construir escaparates que cubrían las paredes de su habitación, donde estaban expuestos los cartones con las más raras y preciosas especies. Estuvo ahorrando dos años para comprar un microscopio, y por fin adquirió uno bastante bueno que le proporcionó grato solaz al par que utilidad.

Unos botecitos en desorden dejaban escapar vagas exhalaciones de esencias más preciosas. Y revueltos con los objetos de tocador y las ropas íntimas, distinguió cartones de los que dan en el Casino á los clientes para apuntar las jugadas; unos con marcas rojas ó azules en sus columnas, otros perforados por un alfiler de sombrero á falta de lápiz.

La niña sonrió y siguió mirando para los cartones que tenía delante. ¡Hola, hola! ¿Pero el señorito Octavio es novio de la niña de D. Marcelino? ¡Quién lo hubiera pensado hace pocas horas al verle tan rendido y melifluo al lado de la condesa de Trevia!