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Por lo demás, su candor rayaba en lo inverosímil: cualquier disparate, por grande que fuese, con tal que se lo dijesen en serio, lo creía; no le entraba en la cabeza que una persona de años y de carácter se atreviese a decir delante de gente una patraña por sólo el placer de embromar a un amigo; no obstante, tanto abusaron de las mentiras con él, que andando el tiempo llegó a no creer siquiera las verdades, o por mejor decir, éstas eran las que se le atravesaban con más frecuencia.

Temía su venganza. Sin embargo, á nadie daba cuenta de sus recelos. Al cabo se descubrió el secreto. Comenzó á correr por la aldea el rumor de que Demetria no había caído por el pozo, sino que había estado dentro de la mina porque Plutón la había llevado. Sólo los mineros creyeron semejante patraña. En Canzana nadie la daba crédito.

Se detuvo Leonora, y amenazándole graciosamente con el índice, añadió: De lo contrario, seré todo lo ingrata y cruel que usted quiera; pero a pesar de la hermosa acción de esta noche, usted no entrará más aquí. No quiero adoradores: he venido buscando reposo, amigos, tranquilidad... ¡El amor! ¡hermosa y cruel patraña!...

La gravedad con que el Fiscal de Chile funda su dictámen en 1782, prueba que hasta entonces conservó todo su crédito esta patraña. La solicitud del capitan Orejuela, que dió mérito á este informe, puede haber sido dictada por un exceso de candor, ó por un cálculo de malicia.

A que no me digan exclamó Bringas amostazado . Eso no cuela, eso es patraña. Aquí hay algún intríngulis. Y es verdad lo que usted dice, esa no es canalla, lo repito, esa no es canalla; son caballeros... disfrazados.

Con todo eso yo no lo creo, solo envié dicho papel, como antes dije á Vuestra Señoria Reverendísima, para que se entretuviese en el viage, para lo cual cualquier patraña sirve; pero esta no deja de tener su apariencia de verdad. Desde la ciudad de Buenos Aires hasta la de los Césares, que por otro nombre llaman la Ciudad Encantada, por el P. Tomas Falkner, jesuita.

Sin embargo, los enemigos que el excusador tenía, mejor diremos, los envidiosos, se encresparon terriblemente. No quisieron asentir a la versión de la doncella. Opinaban que era una patraña forjada por ella para salvarle; y si no lo creían, por lo menos así lo manifestaban bajando la voz y sonriendo maliciosamente.

Ahí tiene usted otra patraña, amigo Isidro: la pretendida mala fe de Pinzón con el descubridor; sus manejos para sublevarle la gente; el intento de las tripulaciones españolas de echar al agua al Almirante, volviéndose luego a su país; el plazo de tres días que concedieton para morir si no encontraba tierra...

Será hebreo como sus libros respondió fray Gabriel . Quizá será judío como usted ha dicho, tía María. ¡Dios nos asista! exclamó la anciana ; pero no. Si fuera judío, ¿no le habríamos visto el rabo cuando lo desnudábamos? Tía María repuso el lego , el padre prior decía que eso del rabo de los judíos es una patraña, una tontería, y que los judíos no tienen tal cosa.

Quien primero difundió la noticia de que el rei Witiza ordenó la vuelta á España de los judíos ausentes i perseguidos, i que les dió varios i grandes privilegios i exenciones, fué don Lucas obispo de Tuy, por medio del cronicon que compuso en el año de 1235, i esto hizo, no siguiendo el parecer de ningun autor godo, sino llevando sin duda por norte en su camino consejas de la plebe ó falsas relaciones de escritores arábigos, y dando ocasion al arzobispo don Rodrigo i á don Alonso el Sabio para que fundados en su autoridad estampasen semejante patraña en las narraciones de los sucesos habidos en la Península, hasta los tiempos en que vivieron.