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Actualizado: 24 de junio de 2025
Cualquiera menos usted contestó con insolencia el heredero . ¡Vaya un maestro, que no sabe enseñar sino mentecatadas y simplezas! ¡Jesús! Diego, mira lo que hablas... dijo D.ª María, conteniendo con grandes esfuerzos los gestos amenazadores, natural expresión de su ira. Don Paco se llevó el pañuelo a los ojos para enjugar una lágrima. Inés a todo atendía discretamente y sin hablar. ¡Ah!
Ignoro lo que ha sido del desgraciado Gerardo Broschi... no le he vuelto a ver después de la muerte de su hijo; pero si entretanto pareciese... aun cuando yo no exista... toda esta fortuna es suya... ¡El sólo es el heredero de su hijo! Fernando, y tú, hermana mía, no lo olvidarán... Me lo han jurado, y gracias a esta promesa, puedo aceptar sin temor todas las condiciones del duque de Carvajal.
Busque una esposa de la primera nobleza de Francia y obtenga, por medio del acta de matrimonio, que ella reconozca a nuestro hijo como suyo. Siendo así, el pequeño Gómez será su hijo legítimo, noble por padre y madre, heredero de todos los bienes de la familia. En cuanto a mí, no se preocupe usted, me sacrifico por los dos.»
Sus pláticas con aquella muchacha tranquila y juiciosa le daban nuevos ánimos para trabajar; y él, que hasta entonces había vivido tranquilo e indiferente, amarrado a la noria de la dependencia, sin pensar en el porvenir, sentíase ambicioso, soñaba con una gran posición comercial, que compartiría con Tónica, y miraba la tienda de Las Tres Rosas con el mismo cariño del heredero ante una cosa que espera ha de ser suya.
Sin cesar la indispensable salva de aplausos, se alzó el ministro de la Gobernación. Dijo casi lo mismo que su presidente, pero con más sal y pimienta. De ésta dedicó la mayor parte a las impaciencias del partido que se juzgaba heredero inmediato del Poder.
Al poco tiempo, el discípulo hablaba correctamente el español. Parecía haberlo aprendido con rapidez para burlarse mejor de su hidalgo maestro. El padre contribuía también á la educación del heredero de los Lubimoff con lo único que él podía enseñarle.
Si en el plazo de veinticuatro horas no consigue usted ver al Rey continué posando mi mano sobre su rodilla, eso significará que el Rey habrá muerto y que usted deberá proclamar al heredero de la corona. ¿Sabe usted quién es? La princesa Flavia.
Y le dolía igualmente, a pesar de su afecto amistoso, que fuese un Maltrana el heredero de su buena suerte, el que iba a escribir con gestos de héroe el epílogo de una de sus novelas vividas. Su vanidad se rebelaba contra este final. En buena hora si él hubiese roto con Nélida después de una escena dramática.
Parecióle al Alguacil Mayor, que no era lerdo y tenía su punta de hacer jácaras y entremeses, que hacían burla dellos, y quiso agarrallos para dar con ellos en la trena, y después sacudilles el polvo y batanalles el cordobán, por embelecadores, embusteros y alguaciles chanflones ; y levantando el Cojuelo una polvareda de piedra azufre y asiendo a don Cleofás por la mano, se desaparecieron, entre la cólera y resolución de los ministros ecijanos, dejándolos tosiendo y estornudando, dándose de cabezadas unos a otros sin entenderse, haciendo los neblíes de la más obscura Noruega puntas a diferentes partes; y dejando a la derecha a Palma, donde se junta Genil con Guadalquivir por el vicario de las aguas, villa antigua de los Bocanegras y Portocarreros, y de quien fué dueño aquel gran cortesano y valiente caballero don Luis Portocarrero, cuyo corazón excedió muchas varas a su estatura, y luego a la Monclova, bosque deliciosísimo y monte de Clovio, valeroso capitán romano, y posesión hoy de otro Portocarrero y Enríquez, no menos gran caballero que el pasado, y a la hermosa villa de Fuentes, de quien fué marqués el bizarro y no vencido don Juan Claros de Guzmán el Bueno, que, después de muchos servicios a su rey, murió en Flandes con lástima de todos y envidia de más, hijo de la gran casa de Medina-Sidonia, donde todos sus Guzmanes son Buenos por apellido, por sangre y por sus personas esclarecidas, sin tocar al pelo de la ropa a Marchena, habitación noble de los duques de Arcos, marqueses que fueron de Cádiz, de quien hoy es meritísimo señor el excelentísimo duque don Rodrigo Ponce de León, en quien se cifran todas las proezas y grandezas heroicas de sus antepasados, columbrando desde más lejos a Villanueva del Río, de los marqueses de Villanueva, Enríquez y Riberas, y hoy de don Antonio Álvarez de Toledo y Beamonte, marqués suyo y duque de Güesca, heredero ilustre del gran Duque de Alba, Condestable de Navarra, llegaron de un vuelo los dos pajarotes de camarada , no siendo ésta la mayor pareja que habían corrido, al pie de la cuesta de Carmona, en su dilatada, fértil y celebrada vega, donde les anocheció, diciéndole don Cleofás al amigo: Camarada, descansemos un poco, que es mucho pajarear éste, y nos metemos a lechuzas silvestres; que la serenidad de la noche y el verano brindan a pasalla en el campo.
Don Ramón les escuchaba a todos, gravo, cejijunto, con la cabeza inclinada, teniendo a su lado al pequeño Rafael, apoyándose en él con un ademán copiado de los cromos, donde él había visto a ciertos reyes acariciando al príncipe heredero. Las tardes de sesión en el Ayuntamiento, el cacique no podía abandonar su patio.
Palabra del Dia
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